Padre Hugo Tagle

Tragedia en Mendoza

Un fatal accidente familiar cerca de Mendoza nos enluta. Se suma a una serie de accidentes veraniegos a los que estas fechas ya nos tienen acostumbrados. ....

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 21 de febrero de 2011 a las 00:00 hrs.
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Padre Hugo Tagle

Un fatal accidente familiar cerca de Mendoza nos enluta. Se suma a una serie de accidentes veraniegos a los que estas fechas ya nos tienen acostumbrados. El verano, las vacaciones y los viajes son un gran regalo. Pero a su vez, suponen una cuota de riesgo extra que el tiempo laboral no conoce. Por lo mismo, toda precaución en estas fechas de viajes, aunque sean breves, son pocas.



Esta fatalidad nos muestra lo frágil de la vida humana. Una fracción de segundo cambia la vida de una persona, familia, colegio, amigos, para siempre. Resulta particularmente doloroso cuando se trata de jóvenes, como en este caso, en que las tres niñas fallecidas no superan los veinte años ¡Cuántos sueños y proyectos, interrumpidos! ¡Cuánta vida truncada de raíz, sin posibilidad de retorno! La vida es un don que hay que cuidar y sobre todo, agradecer día a día, reconociendo en ella el paso del Creador quien la mantiene, alimenta y permite. La pérdida de un hijo es el dolor más grande que un hombre puede experimentar. Es cargar una cruz enorme, indescriptible.

Estas fatalidades nos recuerdan que somos aves de paso, peregrinos en esta tierra, camino a una definitiva, mejor, realmente plena y feliz. La muerte de seres queridos nos recuerda como ninguna otra que la vida es muy breve, que hay que vivirla “a concho”, dándose a los demás, sirviendo y repartiendo alegría y paz. Una vida que no se aproveche dándola, regalándola, no sirve para ser vivida.

La fe regala serenidad ante la tragedia. Es fácil decirlo y difícil vivirlo. Pero es la verdad. Lo comprobamos día a día en personas que cargan grandes cruces, silenciosamente, que nos dan testimonio de que la vida sin dolor es no conocer la verdadera vida. Quien tiene fe, sabe que, detrás de todo mal, se encuentra un designio especial de quien nos creó. De ahí que, por doloroso que sea todo acontecimiento, podemos sacar una lección positiva, aliento y fuerzas para nuestra vida cotidiana.

Pienso en quienes han perdido seres queridos en accidentes injustos como éste y no puedo más que invitarlos a reencontrarse con el Señor, con el Dios creador y padre bueno, que todo lo dispone para mejor, en quien encontramos siempre fortaleza y consuelo. Y esto no es evasión ni consuelo barato: es la única forma de superar la adversidad en forma realista, tomar la vida y sus cruces con las dos manos y asumir nuestro destino con madurez y optimismo. Quien espera en Dios, quien coloca sus aflicciones en algo más que lo contingente, crece y vive mejor, supera todas las adversidades de mejor forma y ayuda a otros en su camino de dolor. Ojalá estos accidentes no se queden solo en noticias trágicas que llenan los diarios y alimentan el morbo. Que nos ayuden a ser mejores personas, a valorar lo que tenemos y ayudar a otros a valorar lo realmente importante de la vida.

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