Se viene compleja la discusión sobre el así llamado aborto terapéutico. Se propone despenalizar el aborto en determinados casos: cuando el embarazo pone en riesgo la vida de la madre o atenta gravemente contra su salud. En casos en que el embarazo es producto de una violación, o bien cuando el feto que se desarrolla en el vientre materno posee malformaciones, que le provocarán la muerte una vez nacido, como fue el caso de la hija de Claudia Pizarro, que falleció una hora después de nacer.
Ante estas situaciones dramáticas, cabe en primer lugar el acogimiento, la comprensión y el apoyo total a la madre. No se parte viendo cómo eliminar al niño, sino cómo ayudar a ambas vidas. La pregunta que se debe hacer el legislador y toda la sociedad es cómo responder de la mejor manera para ser respetuosos con la vida, tanto de la madre como la del hijo. La eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral. Este principio ético, profundamente humano y anterior al cristianismo, vale con toda razón cuando hay que proteger la vida del ser humano que aún no ha nacido y en consecuencia rechazar la legalización del aborto.
En un embarazo en el cual la vida o la salud de la madre corren peligro, es ilícito eliminar la vida del niño concebido. Es errónea esta alternativa: o la vida del niño o aquella de la madre. No, ni la vida de la madre ni la del niño pueden ser objeto de un acto de directa supresión. La exigencia es hacer todo esfuerzo por salvar ambas vidas. Las prácticas abortivas son la negación misma de lo que es un acto médico, que consiste en hacer todo el bien posible: a la madre y a su hijo. Nunca será un acto médico el que dañe directamente a cualquiera de ellos.
Ello no se opone, sin embargo, a considerar lícitas las acciones terapéuticas necesarias en favor de la madre para sanarla de una enfermedad, aunque comporten un riesgo, incluso letal, para el ser que no ha nacido. No se debe confundir una acción terapéutica a favor de la madre, que encierra como consecuencia no buscada el peligro de una pérdida, con la directa eliminación del ser que no ha nacido.
Y en relación al niño que nacerá con un defecto o enfermedad, hay que tener presente que la eliminación de un ser humano no constituye terapia alguna puesto que no sana a nadie. Se trata de un aborto directo ilícito desde el punto de vista moral y gravemente contrario al ordenamiento legal y constitucional de nuestra nación.
La cultura de un pueblo se mide por su capacidad de hacerse cargo de los débiles y enfermos; por su voluntad de hacer posible la vida, que esta venza. Nadie tiene derecho de decidir qué vida merece ver la luz del día y cual no.
Hay que preguntarse cómo podemos acompañar efectivamente a la madre y su familia. Preocupémonos de cuidar la vida y no de provocar la muerte.