Click acá para ir directamente al contenido
Padre Hugo Tagle

Sentimientos encontrados

Difícil hacer un diagnóstico acabado sobre lo que estamos viviendo. Por un lado, resulta lamentable la intransigencia y tozudez de algunos sectores al negar la sal y el agua a las propuestas sobre mejoramiento de la educación...

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 18 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

Difícil hacer un diagnóstico acabado sobre lo que estamos viviendo. Por un lado, resulta lamentable la intransigencia y tozudez de algunos sectores al negar la sal y el agua a las propuestas sobre mejoramiento de la educación. Pero, por otra parte, se comprende que no es un asunto de arreglos cosméticos, simples parches o mejoras provisorias que finalmente se transforman en permanentes. No bastan los llamados a la “buena voluntad”. Se entiende que la educación requiere de cirugía mayor si queremos hacer de ella vela que mueva al desarrollo y no lastre que la ralentice hasta su asfixia.

La educación -lo hemos dicho muchas veces- ha sido la tía solterona, la que nadie quiere invitar, a la que nadie quiere sacar a bailar y a la que se deja relegada a un rincón del salón, para ver si pasa sin molestar a nadie. Malacostumbrados a la comida rápida, a los éxitos inmediatos, nos resulta incómodo esto de invertir de largo aliento y “a fondo perdido”. Así lo vemos. Pero no es así. Invertir en educación -racional y cuidadosamente- es siempre invertir para mejor.

Al final del día, cada cierto tiempo y casi con puntualidad suiza, esa tía fea que es la educación se hace presente y manifiesta su descontento recordándonos de paso que, sin ella, el baile nunca será el mejor. O le hincamos el diente a esto de la educación o no salimos del subdesarrollo.

Eso sí, no queda más que abordar sus cambios por los canales regulares. La educación se cuece a fuego lento. Que es la única forma de que dé frutos consistentes y perecederos. Y ello es parte del mismo proceso de educación a la que aspiramos. Educar para el respeto a la institucionalidad vigente es fruto de esa misma renovación a la que aspiramos.

La ciudadanía dejó la niñez. Nos encontramos con una sociedad más adulta, más consciente de sus derechos y de las bondades de un sistema que no ha sabido responder a las necesidades de todos por igual. Seamos honestos: irrita ver y escuchar cifras de gran bonanza siendo que la inmensa mayoría del país no las experimenta. Así de simple. No hay que ser gran economista para darse cuenta que los superlativos económicos (cobre y demases) están lejos de ser vividos por la gente de a pie. Comprensible entonces que la gente reclame lo que le han hecho sentir “suyo”, aunque no lo sea. De tanto decirle a la gente que “crecimos”, se lo terminaron creyendo. Y a asumir las consecuencias.

Pero bueno, explicaciones y diagnósticos sobran. Se han dado buenas avances en estos días. Acuerdos muy razonables. Ahora, que se noten sus efectos.

Te recomendamos