Pongámonos de acuerdo
Padre Hugo Tagle @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Un 26% de los chilenos no tiene “nada de confianza” en que “los distintos sectores políticos vuelvan a dialogar y busquen acuerdos para mejorar la vida de las personas”. Así lo revela “Voces ciudadanas”, encuesta realizada con motivo de las próximas elecciones. Pero el mismo estudio señala que sobre el 65% tiene “confianza” o “mucha confianza” en que el proceso traerá un bien a Chile.
Son varias las encuestas con datos similares. Enhorabuena. A pesar de los duros golpes de la pandemia, coletazos violentos del “estallido social” y la sensación de degradación y crispación reinantes, muchos ven luz al final del túnel. “La esperanza es lo último que se pierde”. Y es bueno alimentarla. No hay opción. Es requisito de supervivencia, acicate vital para levantarse cada mañana.
El proyecto UC “Tenemos que hablar”, con datos parecidos, agrega un dato no menor: entre los mayores anhelos de los chilenos se encuentra que el mundo político “se ponga de acuerdo”.
Un país es como una familia: la seguridad de los hijos radica en buena parte en ver a sus padres unidos. ¿No es legítima, realista y sensata la expectativa de encontrar acuerdos, diálogo de adultos, mesura, generosidad para ceder en pos de un bien mayor? ¿Es que el Congreso, Gobierno, no fueron elegidos para ello? Sonará burdo pero, “para eso se les paga”, es su primer servicio y tarea. Como funcionarios públicos que son –altamente reemplazables- se espera, sobre todo del congreso, acuerdos por el bien del país, buenas propuestas, pensar en el futuro de Chile y no en los “likes” de las redes, apariciones en matinales o un par de votos más en las próximas elecciones.
Se comprueba que se debe pensar en una “administración de la casa común” diferente. No inventemos la rueda. Imitemos modelos que permiten una mayor sintonía entre el Ejecutivo y el Legislativo y no esta tensión estéril dañina para la convivencia.
Quienes piensen que sacaran réditos fáciles de este “río revuelto”, semi-convulsión en que se encuentra sumido Chile, se equivocan. El juego con el famoso 10% -única idea de algunos-, las críticas destructivas, la poca o nula capacidad propositiva, terminan cansando a un electorado anhelante de cambios positivos. La intolerancia y las amenazas de “otro estallido” no pueden tener la última palabra.
Es justa la expectativa de una cultura de acuerdos. Estamos en democracia y tenemos los canales para hacer valer las legítimas propuestas. La buena convivencia es en buena parte fruto de ese juego cívico, donde la clase política tiene una especial responsabilidad.