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Padre Hugo Tagle

Mundo feliz

Un 49% de los chilenos dice ser feliz, según la encuesta de una fundación publicada hace unos días. Con ello se destruye en parte el mito de que somos melancólicos, pesimistas y apesadumbrados...

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 1 de agosto de 2011 a las 05:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

Un 49% de los chilenos dice ser feliz, según la encuesta de una fundación publicada hace unos días. Con ello se destruye en parte el mito de que somos melancólicos, pesimistas y apesadumbrados. Aunque sólo en parte. Nos traiciona nuestro carácter isleño. Somos de entrada tímida, conversaciones de medio lado, bajito, como para no molestar; de risa y sonrisas mezquinas, rostros serios, meditabundos. Tendemos a lo “denso” aunque la palabra nos provoca urticaria.

Países similares al nuestro tienen mayores cuotas de satisfacción con su vida. De hecho, los países más felices tienen niveles y calidad de vida bajos. Pareciera que la curva de felicidad decrece a medida que se tienen más bienes. Se confirma lo que ya sabíamos: más cosas no es sinónimo de mayor felicidad. El tener bienes no es malo. El problema es el apego excesivo a ellos.

Otro dato interesante es que la felicidad se cultiva en las cosas simples: el tener amigos, conversar y pasar el tiempo con los seres queridos. El uso y abuso de las redes sociales, las que nos traerían mayor contacto con personas, paradojalmente no ayuda a aumentarla. Al contrario. Según el mismo estudio, los chilenos demasiado obsesionados con las redes cibernéticas tienden a aislarse. Su excesivo uso lleva a frustración y soledad.

Vivimos un tiempo maravilloso. Los adelantos científicos y técnicos nos regalan una mayor calidad de vida, mejores posibilidades de interactuar con otros y de realización personal. Pero estos mismos adelantos, mal empleados, pueden llevarnos a peligros que, de no advertirlos, nos aislan y encierran. No se trata de dejar el televisor, el celular o el computador. Se trata de usarlos responsablemente.

Suena relamido pero es la pura verdad: el uso responsable de los bienes, incluso la renuncia a ellos cuando es necesario, nos reporta finalmente mayor felicidad. Una vida austera y sencilla se vive más intensamente que una cubierta y asfixiada por cosas. Menos es finalmente más.

Se cuenta que el viejo Sócrates se paseaba por los mercados y gritaba a voz en cuello: ¡Cuántas cosas y que yo no necesito! Si damos una mirada a nuestras piezas u oficinas, nos percataremos que podemos funcionar con la mitad de lo que tenemos.

Una buena garantía para una vida feliz es hacer felices a otros. No falla. La preocupación por propia felicidad lleva a la tristeza. En cambio, el pensar en la felicidad de otros, finalmente repercute en la propia felicidad.

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