Mirando a China
- T+
- T-
Padre Hugo Tagle
Un feliz acuerdo ha firmado el Papa Francisco con el gobierno chino. Éste reconoce a la Iglesia católica y, a su vez, la Santa Sede se compromete a consensuar la elección de futuros obispos. Es un acuerdo provisorio, pero se irá perfeccionando con el tiempo y, esperamos, se logre la absoluta y plena independencia de la Iglesia en ese gran país.
Hasta ahora, convivían dos iglesias: la oficial, donde el gobierno nombraba a los obispos; y la clandestina, fiel a Roma. Ahora son una sola. Un gran paso, donde la sabia política de acuerdos muestra una gran victoria. De ahora en adelante, la Iglesia católica podrá trabajar tranquila y sin trabas en el coloso asiático.
La Iglesia católica es la confesión que más crece en Asia y África. Crecería más, pero las trabas burocráticas y, sobre todo, las abiertas persecuciones de los cristianos, hacen difícil y heroica su expansión. ¿Por qué escribo de esto? Porque no tiene nada que ver con lo que cada cual cree. Se trata aquí de defender la libertad de credo, de expresión, de movimiento. Ese es el punto. Y la Iglesia católica ha sido paladín, valiente defensora y promotora de ese fundamental valor social.
Es más. No habría libertad como la conocemos en occidente sin una visión cristiana de la vida. Y por eso este acuerdo con China es tan importante. Nadie busca que todos los chinos se hagan cristianos. Pero sí se trata de que conozcan algo esencial: se puede pensar diferente, tener otros credos, vivir la propia fe en paz y libertad.
Debemos ser grandes promotores de la libertad. No se puede "obligar" a alguien a creer. Podrá decir exteriormente que cree, ¿pero de qué sirve si el corazón se niegan a hacerlo? Los católicos vivimos preguntando por la libertad: lo preguntamos a los padres en el bautizo de los hijos, en la primera comunión, en la confirmación, al momento de casarse. "¿Vienen libre y voluntariamente?", les pregunta el cura a los novios.
Es preferible más libertad que menos. Se trata de vivir y dejar vivir. Nadie tiene derecho a imponer sus creencias a otro. Podrá promover su credo, pero nunca imponerlo. Y ese es el gran logro en este acuerdo: que cada cual pueda optar por la fe que mejor le acomode. Y esa perspectiva es esencialmente cristiana.
Pienso que a un país como Chile le falta más fe, no menos. Muchos auguran una caída de los católicos en los próximos años. La verdad, quien se vaya, es porque en realidad nunca estuvo. La fe madura no descansa en la mayor simpatía a tal o cual cura. Si usted es de aquellos, pregúntese si alguien lo va a echar de menos. Sería una pena que no fuera así.