Los dos lobos
Cuenta un viejo mito de un cacique que conversaba con sus nietos. Les hacía recomendaciones sobre la vida. Es una lucha incesante, les decía, como la de dos lobos....
Cuenta un viejo mito de un cacique que conversaba con sus nietos. Les hacía recomendaciones sobre la vida. Es una lucha incesante, les decía, como la de dos lobos. La diferencia está, en que esos lobos están dentro de uno: “¡Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí! Uno de los lobos es maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor avaricia, arrogancia, resentimiento, mentira, orgullo, egolatría. El otro lobo -les dijo- es bondad, alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, generosidad, amistad, empatía, verdad, compasión y fe. Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra”. Los niños, algo asustados ante lo que les decía su abuelo, pensaron por un minuto y luego le preguntaron: “¿Y cuál de los lobos crees que ganará?” El viejo cacique les respondió con la serenidad que regalan los años: “El que más alimentes”.
Esta vieja historia ilustra mucho de lo que cada cual puede llegar a ser. Es fácil endosarle a las circunstancias, al ambiente, al destino, lo que lleguemos a ser. Lo difícil es mirar dentro de uno y reconocer que conviven varias fuerzas, todas importantes y que, con una buena alimentación, pueden hacer de uno alguien grande ¿Qué alimento en mí? ¿A qué doy fuerzas, energía y luz? Compleja pregunta pero de fácil respuesta: en uno está el alimentar lo correcto, lo positivo, lo bueno.
Esto -virtudes, ánimo, energía positiva o como quiera llamarlo- es en buena parte tarea propia. Y de paso, ayudar a que otros encuentren y cultiven lo bueno en sí mismo. De hecho, cada uno de nosotros es sumidero de muchas historias. Deje una buena huella. Se lo agradecerán.
La pregunta ahora es cómo alimentar a ese lobo bueno. Pareciera ser que, entre más nos empeñamos en esa tarea ¡peor nos va! Es la queja de muchos que, tras muchos intentos buscando “buenas costumbres” no atinan a un cambio positivo. Pareciera que el “lobo malo” domina.
Los coletazos de la tragedia de Juan Fernández nos recuerdan no sólo nuestra fragilidad, sino también la necesidad de aprovechar lo positivo en uno. Sólo tenemos esta vida para hacer el bien. Y es corta y frágil. Por lo mismo, acentuar pequeños logros cotidianos que le inyecten energías a la vida, será semilla de fecundidad.
La existencia es una suma de cuartos de hora, a los que hay que sacar provecho. Cada día se nos regala la oportunidad de alimentar al “lobo bueno”. No la deje pasar. No vaya a ser devorado por el malo.