Entre las buenas noticias de la semana recién pasada estuvo la alta afluencia de peregrinos a Santuarios y Templos donde se venera a la Virgen del Carmen, patrona de Chile. De Arica a Punta Arenas, las romerías no dieron tregua. Sin duda, un feriado bien elegido, que realza una imagen tan querida entre los chilenos.
Pero lo preocupante vino después, en la decisión del Ministerio de Salud de someter a consulta pública un estatuto que validaría la entrega del anticonceptivo de emergencia a menores de 14 años. En fin, llega a ser así, que prime el sentido común y se rechace. Que menores de edad, quienes deberían estar bajo la tutela de los padres o un apoderado, decidan sobre un asunto tan grave como la vida de sus hijos, es gravísimo. La medida pasa a llevar la autoridad paterna, debilitándola aún más de lo que está. Su entrega, sin el permiso expreso de sus padres, atenta contra la autoridad y tutela paterna. Así como los padres deciden sobre otros aspectos de la vida de los hijos, tanto más importante es que lo hagan en esta materia, en la que se decide sobre el comportamiento afectivo de una niña y eventualmente sobre la vida de otra persona, la que pudo haber sido concebida.
La vida de los hijos es un todo orgánico, en que separar su vida afectiva de su vida académica, familiar y deportiva es un craso error. Abandonar uno de estos aspectos, en este caso uno importantísimo como es la futura vida afectiva de una persona, es gravísimo y errado. Ojalá que las autoridades recapaciten y revisen esta posible nueva normativa y se respete la tuición paterna sobre los actos infantiles ¿Quién estará tras esa niña, sola, en un consultorio, pidiendo “píldoras del día después”? Triste. ¿Dónde están los padres en este país? ¿Qué pasa que no se les escucha? Lo mismo he pensado tras los adolescentes que se toman y destruyen sus colegios ¿Dónde están sus padres?
Se coloca sobre el tapete un tema que se soslaya con facilidad: la responsabilidad paterna ante la vida que se les ha confiado. Esta responsabilidad se extiende hasta terminada la adolescencia e incluso más allá.
Como sea, es claro que a los 14 años un niño no es capaz de discernir del todo lo que es bueno para él o no. Ahí están los padres, para acompañar e iluminar sus decisiones. No se trata solo del tema puntual de “la píldora del día después”. Se trata de velar en el cómo se desenvuelve su vida; cómo se desarrolla de manera que pueda desenvolverse plenamente y feliz. Una llamada de atención para fortalecer el valor de la familia y concretamente de la responsabilidad paterno-materna.