Padre Hugo Tagle

La mejor inversión

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Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 15 de febrero de 2021 a las 04:00 hrs.
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Los signos dicen más que las palabras. El mundo cristiano comienza el tiempo cuaresmal este miércoles 17 de febrero. El signo de la ceniza marca este inicio. Nos habla de lo efímero y fugaz de la vida, así como de su fragilidad y brevedad. La vida es corta, buen lector. Y cada cierto tiempo, es bueno volver a lo esencial, revivir lo importante y renovar energías para abordarla mejor.

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Hemos experimentado ya una suerte de Cuaresma en esta pandemia, donde han abundado las renuncias y dificultades. Las preocupaciones cotidianas, sumadas a no pocas angustias y ansiedades – los síntomas más observados y sufridos en este tiempo -, nos llevan de una parte a otra sin apenas permitirnos centrarnos en nosotros mismos.

Paradojalmente, obligados a un “recogimiento” forzoso, se nos ha olvidado lo que es detenernos, interrumpir las prisas, liberarnos de tensiones y dejarnos penetrar por el silencio y la calma. A eso invita este tiempo de renovación. Basta pararse y aquietar el espíritu para recuperar la lucidez y la paz.

Cuaresma invita a encontrarse con Jesús caminando entre nosotros; aventurarse a un cambio de vida para volver a lo esencial; recordar de dónde venimos y a dónde vamos. El Papa Francisco nos dice que “la Cuaresma es una llamada a detenerse, a ir a lo esencial, a ayunar de aquello que es superfluo y nos distrae. Es un despertador para el alma”. Los bienes son pasajeros. Cuando terminan, quedan sólo las cenizas. “La Cuaresma es volver a descubrir que estamos hechos para el fuego que siempre arde, no para las cenizas que se apagan de inmediato; por Dios, no por el mundo”.

En este camino cuaresmal de regreso a lo esencial, se nos proponen tres ejercicios: mayor diálogo con el Creador, que nos acerque más a Él; crecer en caridad y solidaridad, lo que nos une al prójimo, los más pobres y vulnerables; y la renuncia a lo superfluo, en el ayuno, para encontrarnos con nosotros mismos. “Tres inversiones para un tesoro que no se acaba”, nos dice el Papa.

Tanto más en esta hora difícil, es bueno fijar la vista en lo que permanece. Para poder avanzar es necesario retroceder al origen, al Señor de la vida, retomando el camino de la caridad y justicia. Es un tiempo que invita a dar sentido a nuestras propias cruces, sufrimientos y limitaciones, para descubrir en ellas un acicate y aliento que nos renueve y vivifique. El Dios de los cristianos está íntimamente ligado a la naturaleza e historia humana. De ahí que acompaña, consuela y ayuda a transformar todo dolor en fuente de nueva vida. Sólo hay que hacerse al camino.

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