La colección
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
No soy de hacer leña del árbol caído, por lo que no voy a sumar más críticas al coleccionista de San Francisco de Mostazal. Algo positivo es que, a pesar de tantos problemas, no hemos perdido el humor, y las bromas en las redes sociales sobre el bochornoso caso dan cuenta de ello. Pero no es para la broma. Habrá que justificar muy bien el origen de las esculturas y antigüedades encontradas allí. Tiempo tiene.
Sí espero que se aplique la ley en forma ejemplificadora, tanto si la persona imputada es inocente como si resulta culpable. Como sea, cuando leí sobre el caso no pude dejar de recordar a Bastián Arriagada, joven de 20 años preso por vender CD piratas en la calle y muerto en el incendio de la cárcel de San Miguel. Lamentablemente, en Chile se castiga con más severidad el robar gallinas que robar millones. En fin, esperemos que se haga justicia aquí. Insisto, quizá el coleccionista es inocente y no hemos sido más que una tropa de desalmados. En fin, por el bien de todos, que se restituyan los bienes reclamados hace años y se haga justicia.
Pero hay otro punto. Los chilenos tendemos a justificar con facilidad nuestras conductas reñidas con la ley. “Si no vives como piensas, terminarás pensando como vives.” Amoldamos la ley a nuestro antojo, buscando decenas de disculpas para malos hábitos y bienes de dudosa procedencia.
Recuerdo a una familia amiga que me invitó a su casa a comer. El padre de la familia, gerente de una gran empresa, me mostró su casa. Y llegamos a la habitación de uno de los hijos. Colgado en la pared, un gran disco “Pare”. Yo, desconcertado, pregunté ingenuo: “¿Es de verdad?” El dueño de casa notó mi incomodidad y respondió en tono chistoso: “Un trofeo de guerra. Mi hijo lo ‘encontró’ después de un carrete.” Ahí me enteré que uno “se encuentra” discos Pare tirados en la calle. No dije nada más. El resto de la noche, me lo pasé entre pensando en la esquina a la que le faltaba el disco Pare y la explicación que me dieron.
He contado la anécdota cada vez que puedo, ya que resulta muy revelador de una mala tendencia nacional: pensar que podemos disponer de cosas ajenas sin más. “Si no es robo. A nadie le servía”. “Igual lo iban a tirar”, y un largo etcétera de disculpas y justificaciones. Todos tenemos un “coleccionista de Mostazal” enquistado en el alma.
Ésta es una buena lección y oportunidad para dar una mirada crítica a las cosas de la casa u oficina –libros, adornos, jarros, lámparas– de dudosa procedencia y, humildemente, devolverlas a su legítimo dueño. Poco, me dirá usted, para lo que debería ser. Pero algo es algo.