Click acá para ir directamente al contenido
Padre Hugo Tagle

Impuestos

Y con este título perdí a la mitad de mis lectores. No es broma...

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 17 de octubre de 2011 a las 05:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

Y con este título perdí a la mitad de mis lectores. No es broma. Si hay una palabra a la que le tenemos tirria es esa: impuestos. Pero se colocó en la agenda y de ahí no sale. Al parecer, es cosa de tiempo revisar una regulación que, de un tiempo a esta parte, resulta una papa caliente en manos de todos: se sabe que hay que “hincarle el diente”, pero nadie se atreve a hacerlo.



No me compete abordarlo. Opiniones hay para todos los gustos. Sabemos de sobra que, un exceso de impuestos, es contraproducente. Pero la laxitud resulta a todas luces injusta.

Más allá de los impuestos, resulta preocupante la pérdida de sentido social en el discurso privado. Escuchaba a un grupo de alumnos decir desafiantes que harían “lo que les dé la gana” con sus futuros sueldos. Un preocupante individualismo carcome a un sector no menor de la sociedad y ello, nos pasará la cuenta.

Juan Pablo II recordaba en Sollicitudo rei socialis un principio de la doctrina cristiana: “los bienes están destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava una hipoteca social, es decir, posee como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada precisamente sobre el principio del destino universal de los bienes”. No hay propiedad sin hipoteca. Luego, todo propietario es, por definición, un “deudor” ante toda la sociedad. El crédito “precede” ontológicamente a la propiedad, a toda propiedad. Soy siempre deudor ante el resto. Si dispongo de algo, no es solo por “merito propio” ¿Quién puede decir que no debe “nada a nadie”? Pura arrogancia. En la raíz misma de la disposición inherente al dominio sobre los bienes, sean éstos de la cuantía y calificación que sean, está el ingrediente de su alteridad, el provecho de los demás.

Y esto paradojalmente, le conviene a todos. El rico gana si el pobre tiene. Es obvio. Mayor seguridad, alegría, paz, prosperidad, etc. El bien colectivo redunda en mi propio bien y, a su vez, lo que yo haga o deje de hacer repercute a su vez en el todo.

Se ha dicho varias veces y lo repito aquí: el exceso de bienes, la riqueza ostentosa y de ribetes escandalosos de unos pocos, resulta una bofetada y una agresión para esa mayoría que toma conciencia de su realidad.

A todos nos conviene una situación social en que las diferencias se acorten. Es inviable un mundo que camina a diferencias sociales abismales, donde pocos disponen de muchísimo. Estamos a tiempo para revertirlo.

Te recomendamos