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Padre Hugo Tagle

Honradez

El asunto de la colusión de farmacias, si bien es cierto que aún lo debe zanjar definitivamente la Corte Suprema...

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 6 de febrero de 2012 a las 05:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

El asunto de la colusión de farmacias, si bien es cierto que aún lo debe zanjar definitivamente la Corte Suprema y al margen de qué sea lo que finalmente se sancione, da ya para varias lecciones.

Ya lo sabíamos: la probidad, la honradez en materia de negocios, no es nuestro fuerte. La fama de los chilenos de ser ladinos, muñequeros, algo frescos, es tan antigua como extendida. Nos ufanamos de sacar partido de las situaciones más increíbles. Pareciera ser que el mejor negocio será aquel en que se gana a costa del otro. Hay algo de adolescente en la forma de entendernos. Muchos comprenden la vida como un “gallito” en que la idea no es solo ganar: es hacer alguna trampa de manera que el otro no solo pierda: la idea es hacerlo leso. Es el regusto de un triunfo mal habido, de esos partidos que se ganan no por ser bueno, sino porque el contrincante estaba dormido o despistado. La idea es la pillería; vencer torciendo la mano, sacar la tajada más grande a como dé lugar.

Pero no se trata de eso. El mejor negocio será aquel en que las reglas se respeten, en que los implicados resulten conformes con lo negociado; en que, finalmente, vuelvan a negociar. Preocúpese si sus clientes, amistades o conocidos no lo buscan más. Momento de hacer una buena autocrítica.

Buena parte de las negociaciones, desde las más pequeñas hasta las de mayor envergadura, descansan en la confianza de la probidad y honestidad del otro. Ese es el pilar fundamental de toda economía. Y eso no se aprende en los libros. Se aprende a través del buen ejemplo y se enseña por el mismo camino. Las relaciones comerciales descansan más en la palabra empeñada que en la letra escrita.

Y eso, hoy por hoy, flaquea. Y mucho. Hoy, incluso para el negocio más pequeño, se necesita la participación de avales, notarios, ministros de fe varios y cuanta garantía exista porque, en el fondo, no nos creemos. Abunda la sonrisita, la palabra de buena crianza, los elogios, pero, al final, no hay más que recelos y desconfianzas. Personas que se venden como honestas e inmaculadas, son capaces de vender a sus hijos por sacar una tajada más. Lo que era palabra cierta, segura, unas horas atrás, ahora no significa nada.

Y esto, a escala pequeña, se replica en grandes números. La raíz es la misma: una honradez debilitada. Y no se trata de leyes más severas. Quizá también. Se trata de un cambio de ethos, de recuperar esa honradez perdida, sin la cual nos terminaremos haciendo pedazos unos a otros. Y eso, creo, no sería nada de bueno.

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