El 11 de septiembre aún nos divide. Y habrá que hacerse la idea de que será así siempre. Al menos las voces más afiebradas de uno y otro extremo de la banda se van reduciendo en intensidad y número. Entramos en una etapa de reflexión algo más madurada y desapasionada en torno a ese quiebre institucional que no se debe volver a producir nunca, pero nunca más.
Quiero expresar aquí mi solidaridad con aquellos que siguen a la espera de encontrar restos de sus familiares desaparecidos o al menos alguna noticia de su paradero. “La verdad nos hace libres”, dice San Pablo. Y a la verdad no hay que temerle nunca. Libera, sana heridas, reconcilia consigo mismo y con Dios.
Yo no perdí a nadie en esas traumáticas fechas. Y quien no lo haya vivido no sabe de lo que habla. Mejor callar.
Hace unas semanas atrás a una madre joven “se le extravió” uno de sus niños por cosa de tres horas. Nada para alarmarse, pero comprendí el agobio. “Ya lo encontrarán”, pensaba yo. Luego me comentó, tras encontrar al extraviado adolescente y a pito de nada, “ahora entiendo a los que no han encontrado a sus seres queridos”. Haga el ejercicio.
Nos aprontamos a celebrar fiestas patrias. La fecha invita a renovar el amor a Chile, aprender de los aciertos y errores de la historia; a construir un país fraterno, justo y solidario.
Chile debe ser “una mesa para todos”. Nadie sobra. A punta de descalificaciones no se construye nación. Somos un país pequeño, bastante frágil. Los avances en el orden social y económico no logran subsanar las falencias y debilidades sociales, como son la extrema pobreza y educación aún precaria para muchos. No podemos darnos el lujo de enfrascarnos en discusiones estériles, peleas por cuotas de poder, dejando de lado los grandes desafíos que tenemos como país.
Especial responsabilidad en la construcción de una sociedad pacífica y justa le cabe a los políticos. En palabras del Papa Francisco, “el futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad. El futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza”. Para realizar esta misión el Papa nos ha invitado a “peregrinar hacia las periferias existenciales de la sociedad”, a los más abandonados, a los más pobres, ancianos y niños.
Celebre unas buenas fiestas patrias. Que salga renovado en cuerpo y alma para contribuir así a construir esa tierra de todos, “copia feliz del Edén”, como cantamos en la canción nacional. Que se haga un poquito más realidad ¡Felices fiestas patrias!