En los zapatos del otro
Padre Hugo Tagle @HugoTagle
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Padre Hugo Tagle
Abundan los signos de cansancio y desazón fruto de un tiempo duro que parece infinito ¿Cuándo se va a acabar el Covid? A pesar de los esfuerzos por combatirlo, todo indica que viviremos en un estado de semi-alerta permanente por un buen tiempo. Hace unas semanas, el secretario general de la ONU llamaba a una “economía de guerra” para afrontar el desafío que significa la pandemia.
Sufrimos la misma tormenta, pero la mayoría de la humanidad navega en barcas frágiles. El virus sólo ha dejado en evidencia la precariedad que afrontan tantos hombres, mujeres y sobre todo niños en buena parte del mundo. Es la hora de la solidaridad, de la empatía, de ponerse en los zapatos del otro y mirar la vida desde su perspectiva. No es fácil. Quizá como una suerte de autodefensa, tendemos a pensar que “el otro” no está tan mal, que sus desventuras son pasajeras, que se puede aguantar.
En octubre de 2020 se publicó un estudio pedido por un grupo de directores de empresa para medir cuánto hay de real en la percepción de la elite chilena sobre la situación del país. ¿El resultado? Los sectores más acomodados –yo, usted, su entorno- no perciben en su real magnitud las desigualdades en ingresos, patrimonio, acceso a la salud, calidad de vida y educación que hay en Chile. Tendemos a pensar que el otro “no está tan mal”; que se puede vivir con poco, siendo que nuestro –me incluyo– nivel de gastos y “necesidades” aumenta artificialmente.
La perspectiva cristiana de la vida –uno de sus grandes aportes a la construcción de occidente– abre los sentidos al otro. La mirada de fe lleva siempre a “pensar con y desde el otro”. No hay compartimentos estancos. Si el otro está mal, yo estoy mal. El evangelio está plagado de referencias a la mirada de Jesús a extraños, viudas, leprosos, cobradores de impuestos. Un desfile de los que sobraban, los que no contaban y que incomodaban a los seguidores de Jesús.
Lo hemos dicho antes: el progreso y bienestar de una sociedad se miden a partir de los que están abajo. Pero comencemos por lo cotidiano. Mi relación con los demás construye realidad. Cada gesto cuenta. Una queja constante es el desdén, faltas de respeto y abusos en el mundo del trabajo. Mirar al otro con soberbia y cierta distancia. Ser amable no cuesta nada, es gratis y reporta muchos dividendos. Tras la sonrisa de muchos, la verdad, se esconden muchos dolores. Y hoy por hoy, muchos cargan grandes cruces.
La inteligencia se revela en el grado de empatía que desarrollemos. Pruebe a hacer el ejercicio.