El agricultor astuto
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
La historia es vieja y conocida, pero viene muy a cuento. Un campesino ganaba todos los años el premio a la mejor semilla de la región. Un periodista le preguntó cuál era la receta para sus buenas cosechas. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos. “¿Pero cómo es eso?”, le pregunta, asombrado, el periodista. “Verá usted, señor”, dijo el agricultor, “el viento lleva el polen del maíz maduro, de un sembrío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz, debo ayudar a que mis vecinos también lo hagan”.
La enseñanza es obvia. El bien de unos pocos, si no redunda en el todo, finalmente termina transformándose en un mal. No hay nada de pío, pacato o ingenuidad en esto. Es solo inteligencia y sentido común. El solo pensar en el beneficio propio o de mi grupo, termina perjudicando mi negocio y me empobrece. Permitir que cada vez más personas gocen de las bondades de una sociedad libre y próspera será el mejor antídoto contra el descontento social, los extremos, la marginalidad.
Los extremos en el espectro político no se combaten con “prohibiciones” o amenazas. El mejor argumento será una sociedad inclusiva, en que muchos más se suban al carro del progreso y bienestar. Si más personas gozan de “las bondades del modelo”, ¡los extremos desaparecen! Se transforman en caricaturas de sí mismos, bajan aún más en las encuestas de adhesión.
¿Por qué la polarización? Por desesperación y miedo. Se trata de combatir las causas del malestar, no los síntomas. En democracia, el arma es la bondad del “producto” que se ofrece: si no se acepta, es porque habrá que hacer cirugía mayor. Cuando las cosas son buenas, atraen por su virtud sin necesidad de demasiadas palabras ni argumentos.
El punto es que, como el agricultor del cuento, quienes quieran vivir bien deben ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Y quienes optan por ser felices deben ayudar a que otros encuentren la felicidad, porque el bienestar de cada uno se halla unido al bienestar de todos. Llámenlo poder de la colectividad, éxito, ley de vida. Yo le llamo sentido común. Ninguno de nosotros realmente gana, hasta que todos ganamos.
Y comencemos en lo pequeño, doméstico, nuestros lugares de trabajo y casa. Relaciones más justas, amables y respetuosas serán un primer paso hacia una sociedad reconciliada, erradicando odios y haciendo crecer la buena semilla.