Los chilenos gozamos del triste récord de estar entre los más desconfiados del orbe. Aquí, casi nadie le cree a nadie. Las instituciones públicas y privadas se han visto golpeadas por los malos efectos de una serie de traspiés que les han terminado pasando la cuenta. El otrora incuestionable dicho de que en Chile “las instituciones funcionan” se ha visto removido por pequeños y grandes escándalos que han herido la confianza pública.
En un reciente seminario de ICARE sobre la relación público-privada se le dedicó un buen tiempo a revisar esto de la confianza. Podemos ahondar y reflexionar largo sobre el origen de la desconfianza en los últimos lustros. Así tenemos el descontento estudiantil, que brota de promesas incumplidas; el efecto de los escándalos financieros en la industria privada, el cuestionamiento a las cifras y encuestas – puntos que gozaban de una confianza granítica -, la caída de la confianza pública en la Iglesia, cosa impensable hasta hace algunos lustros.
Se comprende la desconfianza generalizada. En muchos sectores se han dado malas señales que hieren la sensibilidad pública y llevan a adoptar una actitud de recelo frente a promesas o posturas que más parecen ayudar a horadar más esa falta de confianza antes que a reconstruirla.
Como sea, la pregunta que nos debe también ocupar es ¿cuánta confianza despierto yo? La pregunta no es menor. Buena parte del capital humano de cualquier oficio es la confianza que las personas despiertan en los demás. La primera pregunta al momento de buscar o dar trabajo es ¿Es de confianza? Ella lo será cada vez más: quien despierte confianza, no la quiebre, agrega valor a su portafolio. Una vez rotas las confianzas, se hace difícil recuperarla y, en el caso de lograrlo, nunca será lo mismo.
Así y todo, la confianza es clave para el desarrollo sano y equilibrado. Quien confía, revela mayor grado de madurez, integridad y confianza en sí mismo. Los desconfiados y recelosos lo pasan mal. Miran la vida con suspicacias, temores, inseguridades.
No es un tema menor. Los esfuerzos por recuperar la confianza en todos los ámbitos es de vital importancia para el desarrollo estable de un país, barrio, familia.
Ahora bien, la expectativa de una conducta inmaculada, sin errores, como la piden muchos es infantil e ilusa. La grandeza de un alma se revela en la capacidad de renovar la confianza a pesar de que ésta se quebró, volver a apostar por el otro a pesar de un desengaño, por fuerte y duro que sea. El crecimiento en la confianza comienza en casa, por uno mismo, con quien siempre debemos ser especialmente severos. Luego, vendrá la exigencia con los demás. Creamos más en el otro. Saldremos ganando.