¿Cómo estamos por casa?
Es tentador apresurar juicios en esto de La Polar, por lo que esperemos que la justicia se pronuncie definitivamente. Las razones esgrimidas para la prisión preventiva de los inculpados dan luces sobre el tema, pero aún hay mucha tela que cortar...
Es tentador apresurar juicios en esto de La Polar, por lo que esperemos que la justicia se pronuncie definitivamente. Las razones esgrimidas para la prisión preventiva de los inculpados dan luces sobre el tema, pero aún hay mucha tela que cortar. Eso sí, resulta patético y triste ver cómo los inculpados -gente adulta, profesionales- ahora se lanzan reproches como adolescentes de colegio. “No, yo no fui, fue él”. Pero no quiero gastar tinta en algo que está develándose como evidente y burdo. Pasemos a algunas lecciones que sí podemos adelantar mientras la justicia hace lo suyo.
Por de pronto, el límite entre lo honesto y deshonesto es muy tenue. A veces, casi imperceptible. Nadie roba de golpe y porrazo. Se comienza con pequeños deslices, mentiras blancas y tanto subterfugio que inventamos para darnos la idea; convencernos a nosotros mismos, que todo está en orden, que se puede seguir cicleteando, que mañana lo arreglamos; que dejémoslo pasar, total, “hay cosas peores”.
Primera lección y consejo: cuídese tanto más de las pequeñas tentaciones que le presenta la vida como de las grandes, que lo puedan potencialmente inducir a error. A las últimas rara vez se cede, más por temor que por virtud. Lo equívoco son esas pequeñas concesiones que nos damos día a día y que llevan gradual pero fatalmente a que el barco comience a hacer agua. Y esto, en todos los planos: económico, afectivo, social.
Tras el arresto de Bernard Madoff, Bernie para los amigos, le preguntaron cómo llegó a armar esa bicicleta kafkiana -Pirámide de Ponzi en elegante. “La verdad, no lo sé” respondió. Hombre honesto. Le creo. Entró en una dinámica en que el poder, adulaciones, codicia y vanidad se transformaron en un cocktail explosivo que lo embriagó y del que no supo ni quiso liberarse. Hasta que fue muy tarde. En fin, tiene 150 años para darle vueltas a ese pequeño error. Por mientras, nos sirve de buen ejemplo para saber lo que no se debe hacer y que, en los negocios, nadie puede decir que está libre de dar un mal paso.
Pero hablemos de lo positivo. Estos casos hacen resaltar los buenos ejemplos de probidad y honestidad que sí abundan. Una inmensa mayoría de ciudadanos honestos, que pagan impuestos; pagan sueldos justos y se acuestan con la conciencia tranquila. Y si no es así, despiertan de madrugada y no concilian el sueño hasta reparar el posible mal ocasionado.
Son esas personas -muchos miles entre nosotros- los que me llevan a mirar con confianza el futuro de este país. Usted, sea uno de ellos.