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Padre Hugo Tagle

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Agitada la semana pasada. Tres aviones siniestrados y los coletazos

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 28 de julio de 2014 a las 05:00 hrs.

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Padre Hugo Tagle

Agitada la semana pasada. Tres aviones siniestrados y los coletazos de un drama que ya no nos asombra: la tragedia de pueblos hermanos en un territorio no más grande que la V Región. Y la rebelión en Ucrania, el drama de Honduras y sus hordas de niños camino a un futuro promisorio en el país de los sueños; una Corea del Norte con aires mesiánicos que desestabiliza la ya precaria paz de un oriente complejo e imprevisible. Vientos convulsionados para un mundo que deja en evidencia la precariedad de sus equilibrios.

Sumamos a esto los 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial, la que asoló Europa por eternos y crueles cuatro años de angustias y terrores. Un “festejo” que nos acompañará los siguientes cuatro años para marcar cada tanto algún evento significativo y doloroso en un calendario cargado ya de cicatrices. Ese nuevo mapa humano configurado a partir de esas fechas sigue dándonos dolores de cabeza.

¡Qué esquiva es la paz! Se apaga un incendio y ya estalla otro. El Papa Francisco llama a no desanimarse. La petición por la paz es de la esencia de la fe cristiana. A propósito del Medio Oriente nos dice: “La oración nos ayuda a no dejarnos vencer por el mal ni a resignarnos a que la violencia y el odio predominen sobre el diálogo y la reconciliación. Exhorto a no escatimar la oración y cualquier tipo de esfuerzo para hacer cesar toda hostilidad y conseguir la paz deseada para el bien de todos”.

Lo que no contribuye a la paz, destruye. El “efecto mariposa” de que habla la física, ese del aleteo inocente en un rincón del orbe para terminar desatando un cataclismo en el otro extremo, es real. “Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible”, dice Gandhi. Los vasos comunicantes que vinculan personas, ciudades y naciones, permiten mayor fluidez, provocan una espiral tan virtuosa como viciosa. Estamos obligados a involucrarnos con el otro, con el extraño, como nunca antes en la historia.

“No hay camino para la paz, la paz es el camino”, señala el padre de la India moderna. La paz no es un trabajo de un día. Exige toda la vida.

En su pasada peregrinación a Tierra Santa, el Papa Francisco exhortó a las tres grandes religiones monoteístas, musulmanes, judíos y cristianos, a ser fuente de paz: “Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos. Aprendamos a comprender el dolor del otro. Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia. Trabajemos juntos por la justicia y por la paz”.

La paz no es un antojo moderno: es condición de sobrevivencia.

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