Buena cosa esto de los acuerdos alcanzados en Magallanes y en Educación. Quiero subrayar aquí la importancia del diálogo, del buen ejemplo que se da a través de esta básica práctica humana. Conversando se entiende la gente. Y estos dos casos ilustran bien que, dialogando, se logra mucho. La verdad, todo.
A escala mayor, las buenas intenciones y buena disposición para entenderse con nuestro vecino Perú, van en la misma línea. La política de las amenazas y desconfianzas está obsoleta. Somos vecinos, compartimos una historia similar y nos necesitamos uno al otro.
Preocupante es, por lo mismo, ese 73% de chilenos que no está dispuesto a reconocer el fallo de la Haya, si éste es adverso. Es la cifra que muestra la encuesta bicentenario de Adimark-UC y que deja en evidencia que, en materia de respeto al Derecho, aún estamos en pañales. Tanto más significativas son las palabras de ambos presidentes en estos días de respetar los fallos internacionales y ajustarse a ellos.
Lo de Punta Arenas es algo más que gas. Esto debe dar pié para políticas de integración efectivas, donde todos nos sintamos parte de una sola mesa, apoyando a los más débiles y aislados. Solo con habitantes satisfechos en los extremos del país será posible generar allí políticas de desarrollo sustentables. Si no, tendremos gente descontenta y mirando constantemente al centro y con ganas de emigrar. Esta larga y loca geografía muestra su lado flaco cada cierto tiempo, indicándonos que no hay gente marginada, sino que es el resto del país quien los excluye.
Y también hubo gestos de buena crianza en lo de educación. Lo que interesa en ello son los alumnos, la sala de clases, el mejoramiento de nuestra educación pública. Los acuerdos son ya un punto de partida para revisiones posteriores, que indicarán si las medidas tomadas fueron las correctas o no. En una negociación cada parte debe ceder un poco y hacer suya lo razonable de la postura del otro, partiendo de la confianza y no el recelo; la valoración y no la displicencia del argumento contrario. Como todo en la vida. La educación sigue siendo el cuello de botella de nuestro desarrollo. Hemos probado muchas fórmulas que parecen no dar en el clavo. Es de esperar que ahora veamos luz al final del túnel y comencemos un año auspicioso en esta materia. Luego, se evalúa, pero ya hay un piso común.
Como en todo, el derecho a discrepar lleva consigo la propuesta de soluciones, sin violencia ni agrediendo los derechos de otros. La construcción de un Estado de Derecho ha sido gracias a la capacidad de diálogo y entendimiento, de tomar en serio al otro. No somos enemigos unos de otros, sino dialogantes en torno a la misma mesa. Es de esperar que, tras la tormenta, saquemos lecciones para el futuro, donde abordemos conflictos similares de mejor manera. Todos ganamos.