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Padre Hugo Tagle

A propósito de Dios

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 11 de agosto de 2014 a las 05:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

La pregunta por Dios no pasa de moda. Nos acompañará siempre. El camino de encuentro con Dios es un peregrinaje sinuoso, no exento de dificultades, inmerso en el claroscuro de la fe, que obliga a reconocer humildemente que esa experiencia de encuentro -revelado en Cristo, para los cristianos-es una tarea siempre “por hacerse”, un camino y no la estación terminal y cómoda de un viaje. El no creyente a su vez puede bien ver en el creyente un interlocutor que lo interpelará en sus convicciones moviéndolo a no caer en la soberbia de lo absoluto. Ambos compartimos el apetito por la verdad (o Verdad) que bien debe llevar a un encuentro genuino con el otro.

“A Dios nadie le ha visto nunca”, (1Jn 4,12) dice san Juan. La luz cristiana, para quienes somos creyentes, ilumina y clarifica definitivamente su imagen. Pero ello no nos resta de hacer el camino arriesgado de la fe. La opción libre es requisito obligatorio para una fe genuina. En efecto, ello es presupuesto esencial de toda fe verdadera. Si no existe libertad, es imposición, fuerza, miedo, ficción. Pero no fe.

Los argumentos que nos llevan a afirmar la existencia de Dios no lograrán nunca salvar del todo el abismo de distancia que separa al Creador de la creatura. Y es en esa humilde sapiencia y conciencia en la cual transitamos. Por ello la creencia libre en Dios trae aparejado consigo la posibilidad de negarlo. Paradojalmente, la negación de la idea de Dios ilumina mejor el aporte cristiano a la realidad: reafirma la posibilidad de plantearse libremente frente al Creador, la búsqueda consciente y madura de su realidad en la propia vida y no como una imposición externa. La no creencia -y no es ninguna ironía - presta un gran servicio a los creyentes: recordarnos que “el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza” (Dignitatis Humanae, 10); que se trata de una decisión libre, madurada, soberana, y que desde ella se plasma la vida de manera que ésta se vuelva más auténticamente humana. Esta convicción se transforma en tarea: la defensa irrestricta de la libertad religiosa, en la cual el occidente cristiano tiene la gran responsabilidad de recordársela al resto del mundo.

La comprensión de que la fe es una opción libre -“Para ser libres nos libertó Cristo” (Gal 5,1)- lleva a custodiar el sagrado ámbito de libertad en que se deben desenvolver creyentes y no creyentes, presupuesto fundamental para el desarrollo humano.

Igualmente el aporte cristiano será aquí el de salvaguardar las posibilidades de expresar las convicciones de cada cual en libertad, en la conciencia y paz de quien sabe que, quien se encuentra en la otra vereda, no es enemigo sino hermano, acicate para construir una sociedad más fraterna, justa y humana.

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