No prohíban los jets privados de los ricos; úsenlos para probar tecnología ecológica
Pilita Clark
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Pilita Clark
Se terminaron las vacaciones, los multimillonarios han vuelto y un jet privado de la compañía de un magnate acaba de emitir en un solo día tanto dióxido de carbono como el coche promedio francés en una década. Eso decía el otro día una publicación de “I Fly Bernard”, una de las nuevas cuentas de las redes sociales que han surgido en Francia para resaltar lo que le cuestan al planeta los jets privados.
Bernard se refiere a Bernard Arnault, director del grupo de lujo LVMH, aunque esa publicación en particular se refería a un jet perteneciente a la empresa del magnate de los medios de comunicación Vincent Bolloré, quien no respondió a una solicitud de comentarios.
“La industria de la aviación debería utilizar estos vuelos de élite para estudiar nuevos combustibles y avances verdes”.
Ambos pertenecen a un minúsculo club de superricos que es responsable de una parte desmesurada de las emisiones de carbono, como señala “I Fly Bernard”. Y ese mensaje resuena con una fuerza inusitada en estos momentos, cuando Francia pasa de un verano abrasador de incendios forestales bajo la amenaza de una crisis energética invernal tan grave que se insta a la población a adoptar la “sobriedad energética”.
Ante la indignación de los no multimillonarios, el ministro de Transportes francés ha pedido que se restrinjan los vuelos en jets privados y el presidente del Partido Verde del país insta a una prohibición total.
El resentimiento también está aumentando en Estados Unidos, donde los sitios web que durante mucho tiempo han seguido los vuelos de las celebridades que se desplazan por las ciudades, de repente se están utilizando para avergonzar a las personas que utilizan estos vuelos conforme aumentan las pruebas de los extremos climáticos.
Kylie Jenner, la estrella de programas de telerrealidad, fue tachada de delincuente climática después de que un sitio web mostró que su avión privado realizó un vuelo de apenas 17 minutos en julio, el mismo mes en que EEUU sufrió olas de calor e incendios forestales que batieron récords.
Es comprensible el enojo del público con la élite que emite tanto carbono, aunque el estilo de vida de esta élite no es noticia. Los investigadores demostraron hace años que el 10% más rico del mundo fue responsable de más de la mitad del crecimiento de las emisiones entre 1990 y 2015. Y antes de la pandemia, tan sólo el 1% de las personas causaban la mitad de todas las emisiones de los vuelos de pasajeros.
Sin embargo, si mañana se prohibieran los jets privados, no se produciría tanta diferencia en el clima como podrías pensar. Estos vuelos apenas representan alrededor del 4% de las emisiones mundiales de la aviación, que a su vez apenas representaron el 2,4% de las emisiones mundiales de CO₂ en 2018.
Ese 2,4% no es nada. Si la industria de la aviación fuera un país, la investigación sugiere que sus emisiones totales habrían ocupado el sexto lugar en el mundo, entre Japón y Alemania, en 2019. Aun así, incluso si se tienen en cuenta los óxidos de nitrógeno y otros tipos de contaminación no procedentes de las aeronaves, todo el sector sólo representa alrededor del 3,5% del impacto en el calentamiento causado por los seres humanos, según estiman los científicos.
El problema radica en el aumento explosivo de los vuelos, que impulsaban el mayor y más rápido crecimiento de las emisiones individuales antes de la llegada de la pandemia de Covid, además del lento ritmo de descarbonización del sector. Aún faltan años para que los aviones eléctricos o de hidrógeno se utilicen comercialmente de forma generalizada, y las versiones verdaderamente ecológicas del queroseno de aviación son caras y escasas.
Los países que hace una década se opusieron ferozmente a los esfuerzos de la Unión Europea (UE) por regular la contaminación de sus aerolíneas han acordado desde entonces un sistema mundial de compensación de las emisiones de carbono de la aviación que causará impacto si se demuestra su eficacia.
Pero, ¿y si los jets privados son la respuesta a esta situación poco prometedora? En lugar de prohibirlos, ¿deberían los reguladores convertirlos en un campo de pruebas para un futuro más ecológico de la aviación?
Esta elegante idea procede de un informe de 2021 de la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente, un grupo europeo que lleva más de 30 años haciendo campaña por un transporte más limpio, a menudo de forma exitosa.
Según el estudio, los propietarios de jets privados tienen un valor promedio de €1.3 mil millones, por lo que pueden darse el lujo de financiar el desarrollo de tecnologías como los aviones ecológicos. Además, los primeros aviones eléctricos o de hidrógeno sólo transportarán a unos pocos pasajeros en distancias relativamente cortas, que es lo que hacen la mayoría de los jets privados.
Sumando estos dos factores, el informe recomienda que se aplique un impuesto sobre los billetes de al menos €3.000 a todos los vuelos privados que salgan de Europa. El dinero recaudado debería utilizarse para financiar alternativas más ecológicas y, para 2030, los reguladores deberían exigir que los jets privados que realicen vuelos de menos de 1.000 km en Europa estén impulsados por hidrógeno verde o electricidad.
El sector se quejará, por supuesto. Pero ha tenido una buena racha durante mucho tiempo. Los vuelos han disfrutado durante décadas de impuestos leves, incluso cuando se hacen en un jet privado que es hasta 14 veces más contaminante que un avión comercial por pasajero.
Prohibir los jets privados haría feliz a mucha gente, pero de hecho, puede ser mejor para el clima mantenerlos en el aire.