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Mucho mensaje y poco diálogo

José Antonio Garcés

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José Antonio Garcés

El crispado ambiente social y político es real y palpable, aunque algo magnificado por los medios, cuyas pautas son alimentadas por el conflicto entre diversos actores. El siempre presente nudo dramático del relato ha mantenido la tensión por demasiado tiempo, sin el correspondiente desenlace. Los medios reflejan la realidad con una lupa, pero en definitiva muestran sólo algunos aspectos. A esto se suma cómo las redes sociales operan. Muchos las usan para desahogarse y arremeter contra quienes piensan distinto, con mucha virulencia.

En efecto, el "factor comunicacional" parece ser el protagonista por estos días. Más allá de la realidad, de sus complejidades y matices, lo que se privilegia es la apariencia. La versión más creíble y ojalá, más "vendedora" de ésta. La instantaneidad y la sobrecarga de mensajes a los que estamos sometidos favorecen el simplismo, las generalizaciones y los prejuicios. No promueven el diálogo social y los consensos, ni menos la comprensión del otro sus realidades y circunstancias.

En vez de incentivar el diálogo, se recurre a las cifras y estudios sin un análisis profundo de lo que estos indicadores reflejan. Intentamos simplificar, para ser más eficientes. Sondeamos todo el tiempo el efecto a corto plazo que tienen las medidas que tomamos. Seleccionamos aquellos mensajes más efectivos y que serán mejor percibidos. Este fenómeno no es ajeno tanto en el mundo político como en el empresarial. Falta una mirada de largo plazo de la sociedad que queremos construir, una economía centrada en el desarrollo humano y una clase política orientada al bien común.

Es un buen momento de hacer un giro y leer los tiempos como una oportunidad de transitar hacia la madurez como país. Esto significa asumir un compromiso personal desde el ámbito donde nos desempeñamos día a día. Implica tomar conciencia que el desafío que se nos impone es a no hacer más de lo mismo y de ir más allá de nuestro campo de acción.

Para instaurar espacios de planificación y diálogo inclusivos, las partes deben estar persuadidas de que de las diferencias surgirán los aportes que enriquezcan el proyecto. Que realmente se gana sólo cuando todos ganan, no cuando hay vencedores y vencidos. Se requiere la altura de miras que permita posponer los intereses personales, de grupo o partido, a favor del bien común. Dejar de lado los cálculos cortoplacistas, tanto electorales como económicos, para invertir en las próximas generaciones.

Para nosotros, son iluminadoras las palabras del Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013). Ahí menciona cuatro principios relacionados con las "tensiones bipolares" observadas en la realidad de varios países (capítulo cuarto). Mencionamos tres. El primero, "el tiempo es superior al espacio", es decir, que asegurar espacios de poder no debe prevalecer por sobre los procesos que deben madurarse a largo plazo. "Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación".

Otro principio, "la unidad supera al conflicto", nos llama a trabajar en una "comunión de las diferencias", que implica ser capaces de reconocer las discrepancias sin quedar atrapados en ellas, suscitando prejuicios que nos impidan dialogar honestamente y avanzar. El tercer principio, "la realidad es más importante que la idea", nos recuerda que las ideologías utópicas pueden estar impecablemente construidas, a partir de una diagnóstico consensuado y tener detrás las más nobles intenciones, pero también pueden chocar dramáticamente con la realidad que viven las personas, cuando ésta no "calza" con lo que figuraba en el papel.

Por ello, no es un buen camino elaborar políticas públicas dentro de cuatro paredes, aunque se recurra a expertos de renombre. Así como tampoco es conveniente que las empresas se embarquen en proyectos sin socializarlos desde su origen antes con la comunidad en que estarán insertos. Y hacerlo con apertura, sin rebuscadas estrategias para que la contraparte "compre" la agenda propia, sino con interés genuino por el otro, por su visión y el aporte que puede realizar al proyecto común.

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