Mayor seguridad energética no es freno a la inversión sostenible
Axel Christensen Director de Estrategia de Inversiones para América Latina de BlackRock
Occidente busca reducir su dependencia de la energía rusa, a raíz de la trágica guerra en Ucrania. Esto traerá costos al crecimiento y aumentará la inflación en el corto plazo. Se necesitará más suministro de combustibles fósiles de otros países para aliviar la presión.
Lo anterior podría llevar a pensar que la inversión con foco en sustentabilidad se verá frenada. Sin embargo, es todo lo contrario. El impulso por seguridad energética refuerza la transición hacia emisiones netas de carbono cero, sobre todo en Europa, aunque la velocidad de la transición presentará más diferencias entre regiones.
“El mundo necesita combustibles fósiles para satisfacer la demanda energética actual. Al mismo tiempo, sus altos precios impulsan la reducción de emisiones de carbono, actuando como un ‘impuesto’ y estimulando la eficiencia”.
La guerra en Ucrania está cobrando un precio humano horrible, alterando vidas y generando inseguridad energética en todo el mundo. Ha estimulado un impulso para asegurar el suministro, provocando importantes alzas de precios. Es un nuevo shock de oferta, en un mundo ya impactado por los problemas de suministro que trajo la pandemia. La situación es más aguda en Europa, que está gastando casi un 10% de su PIB en energía, la proporción más alta desde 1981. El shock energético aumenta el riesgo de que caiga en estanflación (estancamiento económico + inflación).
Por otro lado, la carga energética de Estados Unidos es menos de la mitad de la europea. Si bien el shock energético afecta a consumidores y empresas, el impacto económico es mucho menor que el de fines de los 70. Ello, porque la economía es más eficiente en el consumo energético; además, EEUU es un exportador neto de energía. Como resultado, su crecimiento debiera mantenerse por sobre la tendencia, gracias al fuerte impulso del reinicio postpandemia.
La escala del impacto dependerá de la velocidad en la que se reduzca la importación de combustibles rusos. Incluso una tregua en el conflicto en Ucrania podría retrasar el proceso, pero es poco probable que lo detenga. Esto significa que Europa necesitará mayores cantidades de combustibles fósiles de otros países. La brecha no puede llenarse lo suficientemente rápido con el suministro de energía renovable o reduciendo la demanda con más eficiencia y conservación.
Pero leer esto como un descarrilamiento de la transición climática es equivocado. El mundo necesita combustibles fósiles para satisfacer la demanda energética actual. Al mismo tiempo, sus altos precios impulsan la reducción de emisiones de carbono. ¿Por qué? Porque actúan como un “impuesto” al carbono, haciendo que energías renovables sean más competitivas, y estimulan la eficiencia energética. Eso sí, producen divergencias en los caminos de transición entre regiones. La acelera en Europa, donde el impacto de precios es mayor, pero en EEUU, que producirá más combustibles fósiles, podría retrasarla.
¿Qué significa todo esto para la inversión? En el corto plazo, refuerza la necesidad de buscar protección ante mayor inflación, como reducir la exposición a acciones europeas, más golpeadas por el shock energético. Al mismo tiempo, crea necesidades de inversión tanto en energía tradicional como en renovables.
En el largo plazo, sigue vigente el cambio tectónico de preferencias hacia inversión sustentable, que incorpora el cambio climático crecientemente en las decisiones. Eso sí, lo ocurrido nos recuerda que este foco no avanza en línea recta, aunque se mantienen las mejores perspectivas de rentabilidades de largo plazo.