Empresas y cumplimiento
Mario Mora Managing Partner Equation Partners
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Mario Mora
Como head hunter, al entrevistar candidatos, frecuentemente la gente muestra con orgullo la coherencia, de comportamiento y actitud, entre sus vidas personales y sus vidas en el trabajo. “Soy auténtico y transparente; soy la misma persona dentro y fuera de mi trabajo”. En esta parte de la conversación siempre señalo que hay una inmensa diferencia entre ambos mundos, y que es crítico entender el hecho de que nuestros amigos y nuestra familia nos quieren por lo que “somos”, con nuestros aciertos y defectos; mientras que donde trabajamos, nos quieren por lo que “hacemos”. Una gran diferencia; que marca nuestra relación con los demás, en términos del impacto y consecuencias que nuestro comportamiento y actitudes generan dentro de la organización. En nuestra vida personal no existe un código de conducta formal y concreto, más allá de lo que las leyes, nuestra estructura valórica y la educación que recibimos nos dicen.
Las compañías, sin embargo, tienen una pesada carga de cosas a cumplir. Primero, la ley y las regulaciones que afectan a la empresa donde trabajamos; luego, las políticas y normas establecidas para asegurar la calidad del gobierno corporativo, el adecuado control de los riesgos y la responsabilidad con la comunidad. Lo que llamamos la Política de Cumplimiento o Compliance; el core ético de la organización, que busca asegurar que sus miembros hagan suyo.
Por esto, la empresa toma consciencia de lo que es ser un buen ciudadano en la sociedad y definen sus códigos de ética, modelos de prevención de delitos, y políticas para regular y normar los temas de conflicto de interés, de diversidad e inclusión, de equidad de género, etc. Ser ciudadano corporativo se pone a prueba cada día frente a la ley, reguladores y comunidad, apalancada en las redes sociales. En este contexto, las empresas no pueden minimizar las consecuencias de permitir acciones en su interior que la pongan fuera de la comunidad, mostrándolas como “malos ciudadanos”. El daño a su reputación, el deterioro en el clima de la organización, las multas de los reguladores, etc., conforman una pesadilla que ninguna compañía quiere enfrentar.
El riesgo reputacional debiera ser, por si mismo, la principal razón para establecer claras políticas de cumplimiento, que permeen todos los niveles, llegando a todos los miembros de la organización. Porque al final, son las personas las que cometerán o no las faltas, donde sea que estén dentro de la organización. Las empresas “quieren” a sus miembros por lo que hacen, no por lo que son; por eso, para asegurar que éstos no se apartan del “deber hacer”, las organizaciones deben desplazar el mayor esfuerzo y atención posible a la promoción y difusión de sus políticas de cumplimiento, por una parte; y a mantener un modelo de detección, prevención y monitoreo efectivo y bien ensamblado sobre el mapa de riesgos de la empresa.
Es clave en la búsqueda de organizaciones responsables y éticas, que cada uno de sus miembros tenga un absoluto sentido de propiedad y adopción del set de políticas y valores de la empresa; hacerlas suyas, y sentirse como un copropietario y defensor del ADN ético de su organización.