Ha sido noticia cómo el presidente Trump está planteando políticas proteccionistas e iniciando una guerra comercial. Un despliegue sin parangón de demagogia a gran escala, el niño símbolo de cosas que suenan bien, pero terminan mal. Tirando por la borda toneladas de evidencia económica y un siglo de consenso científico, la nueva administración está en el negocio de ser popular en el corto plazo, no efectivo en el largo.
Sin embargo, el Gobierno se está “haciendo cargo” del reclamo ciudadano y está ejecutando “algo” vistoso para responder a sus desafíos económicos.
“Es urgente poner en el centro del debate político el cómo apalancar las oportunidades que presenta la tecnología; elemento clave en nuestra estrategia de desarrollo”
Cruzando el charco, Europa, debate abiertamente cómo superar el lastre de su excesiva regulación y fomentar el surgimiento de empresas capaces de competir globalmente. China, al otro lado del mundo, ha planteado ambiciosos planes educacionales con la tecnología en el centro de ellos para delinear su crecimiento.
¿Y cómo estamos por casa? Mal. Nuestra discusión sobre competitividad apenas despega, limitándose al debate sobre la permisología - ese laberinto burocrático que el propio Estado definió-. Seamos conscientes que estamos meramente discutiendo cómo remover los obstáculos que nosotros mismos construimos.
Esta miopía nos está costando caro. El desafío es complejo y tiene múltiples aristas. En el centro está la productividad que lleva estancada más de una década, pero ella está rodeada por aspectos como educación, burocracia, digitalización, modernización del Estado, medioambiente, impuestos, y regulación laboral, por nombrar algunos.
Chile necesita una discusión más ambiciosa y pragmática sobre los “botones” que debemos presionar para activar nuestro desarrollo.
Abordando brevemente uno de ellos: es ineludible que estamos en medio de una revolución tecnología comparable con la invención del motor a combustión y la masificación de los computadores personales.
Después de 3 años del debut de chat GPT de OpenAI y el avance extraordinario al día de hoy, la reacción del Gobierno ha sido un proyecto de ley para regular el uso de inteligencia artificial ¿Por qué no hablamos sobre cómo aprovecharla? La oportunidad de la aplicación de IA es de un potencial transformacional.
El 25% de los médicos en Reino Unido utilizan AI de alguna forma, principalmente para diagnósticos, e investigaciones en Suecia han demostrado como esta tecnología es igual o mejor que los humanos al diagnosticar el cáncer de mamas. ¿Cómo va nuestra discusión al respecto en Fonasa? ¿Cómo podrían bajar los planes de Isapre gracias a una industria más eficiente?
Tal como existe una oportunidad enorme en modernización del Estado, la pregunta es necesaria para potenciar pequeñas y medianas empresas ¿Cómo facilitamos que los emprendedores escalen sus negocios más rápidamente? ¿Cómo digitalizamos nuestra economía para que existan menos costos de transacción? ¿Cómo hacemos del mundo el mercado natural de servicios digitales de empresas chilenas?
Por último, un aspecto fundamental ¿Cómo desarrollamos el capital humano que pueda diseñar e implementar estas soluciones? Hoy el currículo escolar, los incentivos de las universidades y los programas Sence no están con los ojos en la vanguardia. Difícil construir un futuro sin las competencias básicas.
Es urgente poner en el centro del debate político el cómo apalancar las oportunidades que presenta la tecnología; elemento clave en nuestra estrategia de desarrollo. Acusemos recibo del problema, y a diferencia de Trump, sin terraplanismo económico, hagamos algo bien pensado.