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Lincoln y el caso WhatsApp

JOSÉ MIGUEL ALDUNATE Director de EstudiosObservatorio Judicial

Por: JOSÉ MIGUEL ALDUNATE | Publicado: Miércoles 3 de julio de 2024 a las 04:00 hrs.
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JOSÉ MIGUEL ALDUNATE

En 2013, la película “Lincoln” se llevó todos los premios, pero hoy casi nadie se acuerda de ella. Es una lástima, porque es un baño de realidad para idealistas y puritanos. Justamente, en medio de los escándalos por los mensajes de WhatsApps de los ministros de la Corte Suprema, haríamos bien en recordarla.

“Lincoln” gira en torno al debate sobre la aprobación de la decimotercera enmienda, que prohíbe la esclavitud en Estados Unidos. Pero a la defensa de los grandes ideales, le sigue, inevitablemente, la pequeña política. No es fácil conseguir dos tercios en ambas cámaras. A un representante abolicionista, Lincoln le pide que modere su discurso. A otro, contrario a la abolición, le ofrece una oficina postal en Ohio. No cabe pensar en una implementación más anticlimática de los ideales del Presidente. 

“La carrera para integrar la Corte Suprema siempre estará cruzada por la política. Eso incluye tanto a la gran política, como a la pequeña”.

Y es que -de nuevo- no es fácil conseguir dos tercios, tampoco en el Senado chileno. Lo saben muy bien los aspirantes a nuestra Corte Suprema.

No quiero ir de Maquiavelo ni tampoco defender la corrupción. El sistema de nombramientos del Poder Judicial es anticuado, opaco y siembra dudas sobre los méritos de quienes son seleccionados. Por lo tanto, requiere de una reforma urgente. En ello se juega la legitimidad de todo el Poder Judicial. El asunto se ha debatido profusamente entre los expertos y hay buenas propuestas de reforma sobre la mesa.

Pero es importante entender que la Corte Suprema es la cabeza de un poder del Estado. Además, tiene la última palabra en una infinidad de materias, muchas de ellas altamente polémicas. En consecuencia, la carrera para integrar la Corte Suprema siempre estará cruzada por la política. Eso incluye tanto a la gran política, como a la pequeña.

El ideal es que, conociendo de casos ideológicamente relevantes o con efectos importantes para las políticas públicas, los ministros de la Corte Suprema apliquen el derecho y nada más, dejando de lado sus preferencias personales. Sin embargo, lo más probable es que la tendencia ideológica de los juzgadores juegue un rol.

Hay quienes imaginan que es posible eludir esta tensión nombrando jueces puramente técnicos e, incluso, proponen que el Senado sea excluido del trámite de nombramientos. Pero los expertos ideológicamente asépticos no existen o, al menos, son demasiado escasos. De aquí se sigue la importancia de contar con una Corte Suprema políticamente pluralista, que juzgue con imparcialidad, pero que no sea ingenua respecto de la relevancia política de sus decisiones.

El norte de toda reforma al sistema de nombramientos es fortalecer la independencia y la imparcialidad de los jueces. Pero si los esfuerzos buscan excluir completamente el rol de la política, lo más probable es que ésta termine colándose por la ventana. Porque, como señala el “Lincoln” retratado magistralmente por Daniel Day-Lewis, “si buscando el norte, avanzas sin tener en cuenta los obstáculos y no logras más que hundirte en un pantano... ¿de qué sirve conocer el norte?”

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