La tentación anti ESG, un error estratégico empresarial
GONZALO BUSTAMANTE K. Profesor Facultad de Artes Liberales UAI.
El retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y el auge de movimientos populistas de derecha en Europa están generando una peligrosa tendencia en el mundo corporativo: el abandono de los criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza). Como la sirena Thelxiepeia, cuyo canto seductor llevaba a los marineros hacia aguas peligrosas, esta corriente anti ESG atrae a las empresas con promesas de mayor libertad y menos restricciones, pero las conduce hacia posibles fatalidades. Para las firmas chilenas, inmersas en una sociedad con sensibilidades distintas a las estadounidenses, esta tendencia representa un riesgo particularmente significativo.
Existe una nueva convergencia ideológica entre el nacionalismo conservador y ciertos titanes tecnológicos, como Elon Musk y Peter Thiel, cuyo objetivo es desmantelar los avances en responsabilidad corporativa de las últimas décadas. Esta alianza tecno-populista confunde deliberadamente el marco ESG con una supuesta agenda activista woke, cuando en realidad son fenómenos distintos. Para el empresariado chileno, que tradicionalmente ha sido conservador, pero pragmático, emular estas posturas supondría un retroceso en modernización, competitividad y aceptación social.
“La tentación de seguir el ejemplo de figuras como Musk, es particularmente arriesgada para las empresas que necesitan construir y mantener su credibilidad mediante la creación de una identidad propia”.
La evidencia empírica respalda la validez del enfoque ESG. Un estudio de Wharton demuestra que del desempeño óptimo en estos criterios se sigue un menor coste de capital y un mejor rendimiento bursátil. En Chile, abandonar estos estándares por alineamiento ideológico sería particularmente miope.
Sumarse a la corriente anti ESG implica, paradójicamente, politizar las empresas y convertirlas en agentes de una contrarrevolución cultural.
En el contexto chileno, donde las empresas han trabajado arduamente para recuperar su legitimidad social tras diversas crisis, esta politización resultaría especialmente contraproducente. Las compañías nacionales que han logrado destacar internacionalmente lo han hecho precisamente por adoptar estándares globales de gestión, no por seguir modas ideológicas pasajeras.
El mercado global de inversiones ESG, que según Forbes alcanzará los US$ 50 billones en 2030, refleja cambios estructurales en las expectativas de consumidores e inversionistas que trascienden los vaivenes políticos.
Para las empresas chilenas, mantener altos estándares ESG no es una opción ideológica, sino una necesidad estratégica. La tentación de seguir el ejemplo de figuras como Musk, que pueden permitirse cierta heterodoxia por su posición dominante, resulta particularmente arriesgada para las empresas que necesitan construir y mantener su credibilidad mediante la creación de una identidad propia.
Además, adoptar una postura ideológica implica transformar, automáticamente, a parte de los consumidores y clientes en sus detractores ideológicos.
El desafío para el empresariado chileno no es abandonar la responsabilidad corporativa, sino implementarla con pragmatismo y visión sofisticada, reconociendo que su éxito futuro depende de la construcción de un sello y carácter distintivo, desanclado de revueltas ideológicas importadas.