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La rudeza no es aceptable en el trabajo

Emma Jacobs

Por: Emma Jacobs | Publicado: Lunes 25 de noviembre de 2024 a las 04:00 hrs.
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Emma Jacobs

Kemi Badenoch es brusca y grosera. Ésa no es mi opinión. Nunca he hablado con la nueva líder del Partido Conservador del Reino Unido. Así es como la describen tanto sus detractores como sus partidarios.

En un programa de televisión, la exdiputada conservadora Andrea Jenkyns dijo que Badenoch “tenía una actitud desagradable, como una maestra de escuela que disciplina a los niños” y pidió que fuera “más respetuosa”. Luego, en una entrevista de podcast, el editor político de la BBC, Chris Mason, le dijo a Badenoch que había hablado con algunos colegas conservadores, incluyendo parlamentarios que la apoyaban, que se quejaron de su tendencia a pelearse con la gente. Ella respondió: “No creo que esté siendo grosera; solo creo que estoy diciendo algo que no me importaría que me dijeran. Tengo que ser consciente de que tengo una mayor tolerancia para las cosas que para los demás”. La ventaja, dijo, era que esto le ayudaba a lidiar con el “estrés”.

Los que hablan con franqueza se enorgullecen de su honestidad, pero pueden desmotivar a sus compañeros.

El hecho de que los comentaristas y los compañeros hayan comentado sobre su personalidad podría verse como sexista, ya que las mujeres deben cumplir estándares diferentes a los de sus homólogos masculinos. Puede haber algo de verdad en eso: las mujeres pueden ser percibidas como enojadas o agresivas cuando adoptan un tono similar al de los hombres. Un estudio descubrió que las mujeres tenían más probabilidades de ser víctimas de la incivilidad, pero también reaccionaban “con más fuerza” a la grosería, en particular si proviene de otra mujer.

Esto demuestra que la definición de grosería puede ser subjetiva. El lenguaje y la etiqueta pueden perderse en la traducción. Como explica uno de los jugadores de fútbol en la serie de comedia Ted Lasso de Apple TV: “Jan Maas no está siendo grosero. Solo está siendo holandés”. Hace poco disfruté de un vídeo de Instagram titulado “Miren cómo me ridiculizan por mi análisis de color en Corea”, en el que a una mujer le dicen que los diferentes tonos de rojo y amarillo hacen que sus “arrugas sean más evidentes” y acentúan su “barba”.

Pero, aunque el tema sea subjetivo, es justo decir que si incluso tus aficionados hacen la misma crítica, probablemente tengas que aceptarla. Badenoch lo ha hecho, ofreciendo suavizar su enfoque. Esto es importante no solo porque los modales mueven al mundo, sino porque demasiada franqueza o rudeza puede desmotivar a los colegas y fomentar un lugar de trabajo disfuncional. Una investigación publicada este año en el Applied Psychology Journal encontró que la rudeza al hablar disminuía el rendimiento de las personas y su capacidad para trabajar en equipo, lo que “puede incluso tener consecuencias potencialmente mortales”.

Como le dijo una mujer al grupo Civility Saves Lives (La civilidad salva vidas), que promueve la conducta civil y mejora la atención al paciente en el Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés): “Cuando yo estaba involucrada en una situación aguda, esperaba que alguien estuviera estresado y tal vez fuera grosero”. Cuando ése no era el caso, se relajaba y “podía concentrarse”. Sé a qué equipo acudiría para que me trataran. También es contagioso y particularmente indignante cuando se adopta un tono negativo desde arriba. Para algunos, la franqueza es motivo de orgullo. Son personas que hablan sin rodeos y dicen las cosas como son. Pero, ¿cuándo has visto que las palabras “no quiero ser grosero” hayan sido seguidas de algo más que un insulto?

Es un error común pensar que esas personas sinceras brindan una retroalimentación muy necesaria. En una publicación de LinkedIn, Kim Scott, exejecutiva de Google, escribió que esta visión estaba llevando a la interpretación errónea de su libro, Franqueza radical. “Los caricaturistas siguen ilustrándolo con un maníaco que les grita a los demás. ¡Eso no es lo que estoy tratando de decir!... La franqueza radical significa desafiar directamente y al mismo tiempo demostrar que te preocupas personalmente”. Continúa señalando que existe una “falsa dicotomía que hace que muchas personas sientan que tienen que elegir entre ser groseros y ser incompetentes”.

¿Ser grosero y restarle importancia a la falta de cortesía de los demás te prepara para lidiar con un alto nivel de estrés, como sugirió Badenoch, señalando que eso la preparó para el liderazgo?

Niels Van Quaquebeke, profesor de liderazgo y comportamiento organizacional en la Universidad de Logística de Kühne, que ha estudiado la grosería, dice que las personas “poco amables pueden pensar que pueden soportar mejor el estrés, pero las investigaciones sugieren lo contrario”. No sólo crean más estrés, sino que también son potencialmente menos capaces de autorregular sus emociones y “sienten más estrés”. Cualquiera que sea la verdad sobre la actitud de Badenoch, no disuadió a sus colegas de votarla como líder. Si permanecerá en la posición o no es otra cuestión.

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