DF Tax | La reforma tributaria: de pesadilla a sueño.
Álvaro Moraga, abogado y socio de Moraga & Cía.
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Álvaro Moraga
El ministro Marcel fue muy comentado y criticado en las últimas semanas por su particular justificación a los escandalosos números del programa “Gas para Chile”.
En cualquier empresa privada, más aún si es deficitaria, esto le habría costado el puesto a varios. Pero como siempre ocurre con el gasto ineficiente de los recursos públicos, se dio vuelta la página sin que hubiera un solo responsable ni menos una autocrítica.
En esos días también fue consultado por el traslado de la matriz del Grupo Paulmann a Inglaterra (proceso que había comenzado el 2021), y su respuesta fue tan o más sorprendente: “Necesitamos aprobar una reforma tributaria. Mientras no se apruebe vamos a seguir teniendo elementos de incertidumbre y vamos a estar induciendo el comportamiento de los contribuyentes.”
“Todos debemos aprovechar esta oportunidad histórica y aceptar el desafío presidencial de diseñar una reforma tributaria de consenso que recoja las buenas ideas que nos permitan volver a crecer, volver a eliminar los campamentos y la pobreza, y volver a atraer la inversión”.
Nuevamente, ninguna autocrítica ni comentario de lo que se está dejando de recibir en las arcas fiscales por la salida de capitales al exterior (US$ 46 mil millones entre el 2019 y el 2022).
Por su parte, en la reciente cuenta pública el Presidente Boric condicionó la reforma previsional, la contratación de más policías, la reparación de la deuda histórica, la condonación del CAE, los nuevos trenes, los bonos y todos sus proyectos a una reforma tributaria, ya que “el Estado de Chile no tiene los recursos suficientes”.
La falta de recursos es una cuestión evidente. Pero es aún más evidente que en nuestro país existe una completa falta de control de la eficiencia del gasto y una total impunidad para los responsables. Los recursos que se malgastan en planes piloto, en el aumento del aparato público donde no se necesita (96.000 nuevos funcionarios públicos), o en asignaciones municipales que terminan en sobreprecios de inmuebles o en sobres en efectivo para alcaldes, suman mucho; al igual que los recursos que se pierden por la salida de capitales derivada de la falta de credibilidad y confianza.
Todo esto, unido al complejo escenario económico nacional y global, muestran que Chile sí necesita con urgencia una reforma, y todos los incumbentes deberían estar trabajando para llegar a julio con ella.
Una reforma que considere, en primer lugar, un Estatuto de Responsabilidad Fiscal (término que acompaña al de Estado Social y Democrático de Derechos, recientemente aprobado por la Comisión de Expertos) y un sistema que garantice la estabilidad tributaria por la vía de quórums especiales que permitan acuerdos transversales y no simples mayorías circunstanciales; y que a partir de ahí genere el marco que incentive la inversión, particularmente en nuevas tecnologías y en regiones, que premie el ahorro y la reinversión al interior de la empresa; que aumente la base de personas que pagan impuestos, que fomente la formalidad en el empleo y que castigue severamente la evasión; que considere un estatuto de inversión extranjera que siga el modelo Irlandés, otorgando las seguridades que alguna vez otorgó el derogado D.L. 600; y paralelamente, que se haga cargo de cuestiones urgentes, como lo es la dignidad de nuestros adultos mayores, para lo cual basta con recoger la propuesta del ex director de Presupuestos y exministro Jose Pablo Arellano, y elevar un punto el IVA, lo que equivaldría al financiamiento permanente de casi un 2% de las pensiones, y que “es más progresivo que las cotizaciones de cargo de la empresa, porque no grava el empleo y porque lo pagan todos en proporción a lo que consumen, a diferencia de las cotizaciones, que solo afectan a los que trabajan en forma asalariada y con un tope.”
Contraintuitivamente, todos debemos aprovechar esta oportunidad histórica y aceptar el desafío presidencial, tomar sus palabras y diseñar una reforma tributaria de consenso que recoja todas las buenas ideas que nos permitan volver a crecer, volver a eliminar los campamentos y la pobreza, volver a atraer la inversión, volver a confiar y volver a sentirnos seguros. Una reforma que nos despierte de la pesadilla y nos permita volver a soñar.