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La inminente amenaza de Covid financiero persistente

Martin Wolf

Por: Martin Wolf | Publicado: Viernes 18 de febrero de 2022 a las 04:00 hrs.
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Martin Wolf

La actividad económica se contrajo en el 90% de los países del mundo en 2020. Esta cifra supera la proporción afectada por las dos guerras mundiales, la Gran Depresión y la crisis financiera mundial. Una pandemia, ahora lo sabemos, es un desastre integral. También lega problemas de salud así como disrupción social y económica. Entre los legados más duraderos están los financieros, especialmente en los países emergentes y en desarrollo. El espectro de una década perdida se cierne sobre las naciones vulnerables. Será necesario actuar con determinación para evitarlo.

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Éste es el tema del último Informe sobre el Desarrollo Mundial (WDR, susigla en inglés), titulado Finanzas para una recuperación equitativa, elaborado bajo la dirección de la economista jefa del Banco Mundial, Carmen Reinhart, una reconocida experta en finanzas mundiales. Ella ha señalado que “en 2020, la carga de la deuda total media de los países de bajos y medianos ingresos aumentó aproximadamente 9 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB), en comparación con un medio aumento anual de 1.9 puntos porcentuales en las décadas anteriores y 51 (incluidas 44 economías emergentes) experimentaron una rebaja en la calificación crediticia de su deuda soberana”. Se considera que el 53% de las naciones de bajos ingresos corren ahora un alto riesgo de obligaciones de deuda insostenibles.

Los pronunciados aumentos del endeudamiento fueron una respuesta necesaria ante la pandemia. De hecho, el problema para la mayoría de los países emergentes y en desarrollo era que podrían permitirse pedir demasiado prestado poco, con graves resultados para sus poblaciones. En parte como resultado, el Covid ha sentido la desigualdad no sólo dentro de los países, sino entre ellos. Y, no menos importante, la cantidad de personas en situación de pobreza extrema aumentó en 80 millones en 2020, lo cual supone la mayor alza de este tipo en una generación.

Por desgracia, estas pérdidas puede que persistan. Una de las razones es que, aunque la pandemia esté retrocediendo, el suministro de vacunas y otros tratamientos siguen siendo muy desiguales a nivel mundial. Otra es que algunos sectores importantes, como el turismo, puede que tarden en recuperarse. Otra razón es la disrupción de la educación. Y, una más, es que los pequeños negocios y las empresas informales de las que depende una enorme proporción de la población de los países en desarrollo se vieron obligados a cerrar durante la pandemia.

Sin embargo, es probable que la fuente más importante del “Covid económico persistente” sea la aflicción financiera. Los países emergentes y en desarrollo no sólo tienen relaciones históricamente elevadas entre la deuda pública y el PIB. También tienen otros síntomas. Entre otras cosas, ha señalado el WDR, se han producido saltos en la morosidad de los gobiernos en el África subsahariana, así como claros signos de dificultades corporativas.

Los balances de los hogares, de las empresas no financieras, de las empresas financieras, de los gobiernos y de los acreedores extranjeros están interconectados. Estos vínculos son siempre turbios. Sin embargo, eso es deliberadamente cierto esta vez. Tal como lo ha señalado el WDR, “en numerosos países, la respuesta ante la crisis ha incluido medidas de alivio de la deuda a gran escala, como moratorias de la deuda y congelación de los informes crediticios”. Muchas de estas políticas no tienen precedentes. Nadie sabe lo que se revelará cuando la indulgencia llegue a su necesario fin. Pero la combinación de la disminución del apoyo gubernamental con la escala de la deuda pendiente seguramente generará incrementos de los préstamos morosos. Esto último, entonces, debilitará los préstamos, iniciando un ciclo de retroalimentación negativa con la economía real. Lo que es cierto dentro de los países, es aún más cierto entre ellos, con la excepción de que los deudores no pueden hacerle frente a la deuda externa sin ayuda.

La principal recomendación del WDR es afrontar la deuda incobrable directamente. Tal como lo ha dicho Reinhart, “la detección temprana y la resolución rápida de las fragilidades económicas y financieras pueden marcar la diferencia entre una recuperación económica robusta y una que se tambalea, o peor, una que retrasa la recuperación por completo”. Pero los gobiernos inevitablemente descubrirán que algunas de las pérdidas recaerán en sus propios balances débiles, lo cual agravará los problemas de la deuda soberana.

La historia de gestionar la necesaria reestructuración de la deuda soberana es terrible. En promedio, el proceso ha tomado unos ocho años. Mientras tanto, la economía y las personas sufren. Es en beneficio del interés general resolver rápidamente las situaciones de deuda inasequible y permitir así que el país vuelva a crecer. Desgraciadamente, no es en beneficio del interés individual de todos hacerlo. Este problema se ha agravado conforme ha cambiado la composición de la comunidad de acreedores, especialmente con el papel mucho más importante que desempeñan hoy en día el sector privado y China: en 2019, el primero tenía el 59% de las deudas de los países emergentes y en desarrollo, y el segundo otro 5%. China tenía hasta el 11% de las deudas de los países de ingresos bajos y medianos bajos. Sus tenencias deben ser al menos mucho más transparentes de lo que actualmente son.

Idealmente, contaríamos con el mecanismo de reestructuración de la deuda soberana propuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI) hace dos décadas. En su ausencia, necesitaremos la persuasión de las organizaciones internacionales y de los principales gobiernos. En el mediano plazo, los contratos de deuda deben hacerse más flexibles de lo que son. Según la actual situación, las reestructuraciones de deuda necesarias serán prolongadas y complicadas.

La recuperación de la pandemia será lenta en muchos países emergentes y en desarrollo, los cuales carecen de medios médicos y financieros para afrontarla adecuadamente. Además, ahora debemos anticipar tasas de interés más altas en EEUU y en otros países. Es casi seguro que eso generará un aumento desproporcionado de los diferenciales de riesgo, así como un revés de los flujos de capital. La única buena noticia para muchos de estos países son los altos precios de las materias primas.

Los principales legisladores deben reconocer los riesgos, particularmente los financieros para una recuperación verdaderamente global. Una década perdida para una serie de países pobres sería inaceptable. También agravaría la amenaza de inestabilidad social y política. Ya han sido anunciados.

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