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Juan ignacio Brito

La fuerza está con Trump

JUAN IGNACIO BRITO Profesor de la Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos de la Universidad de los Andes.

Por: Juan ignacio Brito

Publicado: Miércoles 5 de marzo de 2025 a las 04:03 hrs.

Juan ignacio Brito

Juan ignacio Brito

Harían bien muchos críticos de Donald Trump si dejaran de lado su animadversión por el personaje y, en lugar de ello, se dedicaran a analizar sus acciones. Trump debe ser estudiado, porque es un síntoma de una realidad nueva que aparentemente ha llegado para quedarse y que exige un escrutinio racional, no solo emocional.

A los Trump bashers habría que darles el consejo del general George C. Marshall: “No pelees contra el problema; enfréntalo”. Los nostálgicos que prefieren seguir viviendo en un pasado que no volverá corren el riesgo de ser arrollados sin haber entendido nunca qué fue lo que los golpeó.

“Trump debe ser estudiado, porque es un síntoma de una realidad nueva que aparentemente ha llegado para quedarse y que exige un escrutinio racional”.

El mundo que está amaneciendo parece la imagen especular del que está quedando atrás. El desfalleciente Orden Liberal Internacional, que comenzó a imperar desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y se consagró sin rivales después del fin de la Guerra Fría, se caracterizaba por estar liderado por una potencia unipolar (Estados Unidos) que promovía la democracia, el libre comercio, los mercados globalizados y los valores progresistas. La convivencia en él se daba por el cumplimiento de reglas que todos conocían y por la relevancia de instituciones como la OTAN o la Organización Mundial de Comercio. Bajo el Orden Liberal Internacional, la historia parecía caminar hacia el progreso y la convergencia.

Ese modelo ha ido quedando atrás y está siendo reemplazado por otro en el cual la distribución del poder es multipolar, las reglas las imponen los que tienen más fuerza, el peso institucional cede lugar al de las superpotencias, el nacionalismo económico le quita oxígeno al libre comercio y los mercados se desglobalizan. La democracia ya no es el único sistema político y surgen alternativas nacional-populistas y autoritarias. La historia ya no parece tener un sentido claro y hemos pasado desde la era de la convergencia a la de la divergencia, como sostiene el politólogo norteamericano Robert Kagan.

A muchos podrán desagradarles la nueva configuración y Trump, su protagonista más llamativo. Pero pelear contra el problema no hará que este se extinga. Mejor comprenderlo para saber cómo operar según las nuevas reglas del juego.

Donald Trump parece entender mejor que casi nadie cómo son las cosas ahora. Su propuesta para la paz entre Rusia y Ucrania lo demuestra. El no cree en la solidaridad ideológica, sino en la fuerza y los intereses. Por ello, ofrece a Ucrania hacerse socio de

EEUU no a través de un papel –como sería el ingreso de ese país a la OTAN– sino por medio de la creación de un negocio de explotación minero que haga que Washington desarrolle un interés genuino por Ucrania. En su visión, solo la existencia de tal interés hará que Vladimir Putin entienda que Rusia no puede seguir hostilizando a su vecino.

Putin también habla el lenguaje de la fuerza, así que Trump confía en que recibirá el mensaje y estará dispuesto a acabar la guerra.

No son, por supuesto, Trump y Putin los únicos que se comportan así. Los chinos usan la fuerza con Taiwán y con Hong Kong y en sus pretensiones territoriales en el Mar del sur de China. El presidente norteamericano cree que un mundo en el cual las grandes potencias se dejan guiar por intereses claros y definidos será mucho más pacífico que aquel del Orden Liberal Internacional, donde la superpotencia única se embarcaba en cruzadas que terminaron involucrándola en desgastantes y prolongados conflictos bélicos.

Trump, Putin y Xi Jinping entienden el mundo en términos de balance de poder donde la negociación y la diplomacia son herramientas recurrentes, no de determinismos históricos.

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