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La empatía de los datos

TOMAS SÁNCHEZ V. Investigador Asociado, Horizontal, Autor Public Inc.

Por: TOMAS SÁNCHEZ V. | Publicado: Jueves 2 de junio de 2022 a las 04:00 hrs.
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TOMAS SÁNCHEZ V.

“Es imposible prevenir esto, dicen en el único país donde ocurre”. Este era el irónico y lamentable titular del reconocido medio satírico online “The Onion” durante la última semana. Un enunciado que se ha viralizado tras cada masacre que habitualmente golpea a Estados Unidos, con la misma fuerza que acicala la ideología en torno a la tenencia de armas, y se levanta como excusa perfecta para salir a predicar sobre la necesidad de armar a profesores de escuelas básicas para defender los niños: “Las armas no son buenas o malas, sino que son las personas que las portan”, rezan en ese culto.

Lo peculiar es que esos argumentos se esgrimen en el país donde en los primeros 145 días del año han ocurrido 214 tiroteos, donde han muerto decenas de personas; como el fiel reflejo de ser el país desarrollado, con ocho veces más muertes per cápita por armas que el país que le sigue (Chipre). El mismo donde hay más armas civiles que personas, el doble que Yemen, tres veces más que en Serbia y multiplica por cuatro –proporcionalmente hablando– a su vecino Canadá.

“Es difícil respirar hondo, buscar empatía entre tanta bronca y encontrar datos confiables, cuando tenemos en la cabeza los que nos gustan. Pero no queda otra”.

Sin embargo, este dato no se levanta solo frente a números, sino que también familias. Testigos y comunidades donde el trauma es una herida que sana mal frente a la indolencia de compatriotas, haciendo caso omiso de su luto. Esa falta de honestidad intelectual y empatía es lo que termina por cerrar a la fuerza una herida que esconde una división profunda. Invitados por el azar de la geografía de donde nacieron a resolver sus diferencias con política, esta se debilita cuando unos ven que los otros desprecian su sufrimiento.

Construir una sociedad próspera necesita del rigor de la evidencia y de la empatía para reconocer los infortunios y tragedias de otros. A punta de tener la razón con un aparente discurso lógico, en base a silogismos y conjeturas que sostengan legítimos y subjetivos ideales, no contribuyen si pasan por alto las injusticias de otros y descartan la evidencia. Puede ser un buen discurso para envalentonar a un grupo de amigos, pero no para entablar un diálogo que cimente confianzas y origine un proyecto sustentable.

Con la misma incredulidad que miramos al país del norte, miremos un segundo nuestro Chile querido. Mirémonos a nosotros mismos, porque a todos nos aprieta el zapato. Todos somos responsables de creerle al meme que confirmaba nuestras creencias, y afirmar de forma vehemente sin evidencia alguna. Tal como hemos permitido una injustica porque nos convenía, o no le hemos asignado la urgencia necesaria al drama ajeno.

Esto aplica a todos, de lado y lado. Cada vez que discutimos sobre cómo resolver un problema, necesitamos poner la evidencia y entendimiento sobre la mesa. La realidad a la que nos enfrentamos tiene un nivel de complejidad que exige diálogos, diagnósticos y soluciones más sofisticadas. El simplismo en blanco y negro funciona en Twitter, no en la calle. La plaza pública es compleja, porque en ella se teje un sistema que enarbola múltiples intereses, ideales y experiencias que necesitan coexistir en armonía.

Sé que es difícil respirar hondo, buscar empatía entre tanta bronca y encontrar datos confiables, cuando tenemos en la cabeza los que nos gustan. Pero no queda otra. Cuando perseguimos solo la ideología, terminamos por levantar religiones o sectas, y si desestimamos el sufrimiento del otro, poco a poco nos vamos alienando hasta no reconocernos como parte de un proyecto común. Subámosle el nivel al debate con un poco más de humanismo y ciencia, que fue lo que un par de siglos atrás nos permitió despegar como sociedad.

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