La (des)confianza de los directorios
JUAN CARLOS EICHHOLZ Socio de Adapsys y profesor UAI
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JUAN CARLOS EICHHOLZ
Terminada ya la temporada de Juntas de Accionistas, es bueno preguntarse qué patrones surgen de ellas, y en particular de la mirada que están teniendo los directorios de las principales empresas del país.
Nos podemos quedar con que la de Falabella duró 48 minutos y la tormenta interna ha amainado mucho; con que en Cencosud Peter Paulmann está de vuelta; con que Entel dejó de ser la única empresa del IPSA sin mujeres en su directorio; con que Latam volvió a despegar con fuerza; o con que Alejandro Gil parece querer amarrarse al timón de la Clínica Las Condes hasta terminar de hundirla. Pero eso es sólo el anecdotario.
“Hoy el foco parece estar más puesto en la matriz de riesgo que en la búsqueda de oportunidades. Pero esperar a que haya estabilidad, seguridad y certidumbre sería como querer encontrar la tierra prometida. Y Chile no es un oasis, bien lo sabemos”.
Algo más relevante y decidor parecen ser las cartas de varios presidentes de directorios que abiertamente criticaron al Gobierno por su conducción y por sus políticas económicas, y el efecto negativo en la inversión. Y si faltaba un hecho concreto que le diera verosimilitud a esas palabras, vino de la mano del anuncio de CMPC de invertir 4.570 millones de dólares en un nuevo complejo industrial de celulosa, pero no en Chile, sino que en Brasil.
A la hora de querer entender, entonces, lo que pasa en los directorios de las grandes empresas del país, pareciera que la palabra desconfianza –o al menos poca confianza– es un buen reflejo del aire que se respira, que sin duda permea las decisiones. Dicho de un modo simple, el foco pareciera estar más puesto en la matriz de riesgo que en la búsqueda de oportunidades.
¿Tiene sentido esto? Para el Gobierno no. En su mirada, la economía está despegando, y las cifras de crecimiento del primer trimestre así lo confirman. Además, las proyecciones del precio del cobre son auspiciosas –sumadas a un tipo de cambio aún alto– y se han logrado avances concretos en el litio y en el hidrógeno verde. Ha llegado la hora de confiar; ése pareciera ser el mensaje.
Pero los directorios no se lo compran. Todavía están frescas en la memoria las huellas del 18-O, las desmesuras del primer proceso constituyente, y los malos resultados de la gran mayoría de las empresas durante el año recién pasado. No es aún tiempo de confiar; ésa pareciera ser la respuesta.
El crecimiento económico, bien lo sabemos, se basa en la confianza. Si usted va a tomar riesgos, apostando parte de su patrimonio en un negocio, es porque confía que hay una buena probabilidad de que el resultado será positivo, es decir, que el futuro será mejor que el presente. Cuando hay confianza, consecuentemente, los países prosperan; y cuando no la hay, se estancan.
La confianza, con todo, no es una ecuación matemática, y no se puede describir en blanco y negro. Está en el área de los grises, y más se parece a un terreno para cultivar. ¿Cómo saber si esa tierra es suficientemente fértil? ¿Cuánto más debe ser trabajada antes de plantar? Diferentes agricultores tendrán diferentes respuestas, según sea su apetito de riesgo, pero también su creatividad. Lo llamativo es que cuando los primeros se lanzan a plantar, otros empiezan paulatinamente a seguirlos, aun habiendo incertidumbre en torno al resultado, pero lo hacen porque su confianza ha aumentado.
¿Será el tiempo de comenzar a confiar e ir dejando atrás los dolores de los últimos cinco años? Esperar a que haya estabilidad, seguridad y certidumbre sería como querer encontrar la tierra prometida, y eso ya no existe, simplemente porque el vértigo que ha traído la aceleración del cambio en el mundo llegó para quedarse. Y Chile no es un oasis, bien lo sabemos.