Ya hemos escuchado que “las comunidades están empoderadas”, y es cierto. Todos hemos sido testigos de hechos que lo confirman: en Coronel, Endesa y Colbún han tenido conflictos, las marchas se han convertido en un panorama cada vez más recurrente y hoy
US$ 22 mil millones de inversión están trabados por la resistencia de diversas comunidades. Ante esto, cabe preguntarse: ¿sociedad empoderada o empresas con malas prácticas?
Planteo algunas reflexiones antes de responder esta pregunta. En Chile, hemos alcanzado un nivel de crecimiento económico de ingresos medios-altos, que se refleja en un PIB per cápita entre US$ 16.000 y US$ 17.000. Como sociedad tenemos mayores ingresos, más posibilidades para la educación y la cultura, y un relativo pleno empleo en momentos en que otros países más desarrollados han llegado a tasas de “paro” de hasta un 30%.
Este concepto de expansión y esperanza se contrasta con una sociedad cada vez más descontenta. Las empresas no cuentan con la confianza de la ciudadanía y la clase política no logra representar a la mayoría. La “sociedad empoderada” es un concepto que se ha instalado y nadie parecer saber cómo cumplir con la exigencia de “ponerse a tono” con el momento.
Personalmente creo en la participación activa de la comunidad. Me complace ver a grupos de personas con capacidad de organización, información e involucrados con la realidad del país, pero no podemos olvidar que así como existen derechos todos tenemos deberes. No creo en una cultura que valide la idea de salir a las calles y generar destrozos como vía para conseguir cualquier cosa, todos tenemos derecho a mejorar nuestra calidad de vida, pero también tenemos el deber de gestionarnos y hacernos responsables de nuestro desarrollo.
Mucho se escucha sobre lo que “el otro” nos debe, pero ¿qué tenemos nosotros para aportar? Es cierto que las empresas tienen una responsabilidad y que muchas veces el descontento de las personas está bien fundamentado, pero eso no significa que ahora se pueda instaurar la “tiranía del pueblo” y la cultura de los derechos sin deberes, ya que eso puede implicar hipotecar un futuro de desarrollo por la falta de paz y entendimiento mutuo.