La arremetida arancelaria de Trump y sus repercusiones para Chile

JAVIER DE IRUARRIZAGA Y MANUEL JOSÉ PRIETO

Se ha discutido ampliamente sobre los efectos del aumento de aranceles que Donald Trump seguiría imponiendo a China en el marco de la guerra comercial, en caso de ser reelecto Presidente de Estados Unidos. Después de todo, China representa el 15% de las importaciones totales de EE.UU. Sin embargo, poco se ha mencionado la política proteccionista que el republicano buscaría imponer indiscriminadamente a las economías del 85% restante: un arancel del 10% a todas las importaciones, sin distinguir su origen, con la finalidad de “proteger la industria y los empleos nacionales”. A diferencia del tono retaliativo del primer tipo de arancel, que responde al avance ominoso de China, este segundo parece ser más bien un “fuego amigo” con gusto a política exterior decimonónica, afectando más severamente a los socios más estables de EEUU, como México, Alemania, Japón… y Chile.

La idea no es nueva ni improvisada, y ha subido de tono las últimas semanas: “Vamos a imponer aranceles del 10% al 20% a los países extranjeros que nos han estado estafando durante años”, dijo Trump a mediados de agosto. Además, se describió como un “gran admirador” del exPresidente William Mckinley, promotor de la “Tarifa Mckinley” en 1890, que dio vida a uno de los paquetes más proteccionistas en la historia de EEUU. Y las consecuencias no se hicieron esperar. El CEO de Maersk -empresa de transporte marítimo- dijo que muchos clientes están adelantando sus pedidos de Navidad por el riesgo del recrudecimiento de la guerra comercial.

“El Índice de Riesgo Trump (IRT), creado por el Economist Intelligence Unit, muestra que los aliados y socios estratégicos de EEUU son los más expuestos al daño producido por las nuevas políticas propuestas por el candidato republicano. Seis de los 10 países más afectados son latinoamericanos”.

Considerando lo anterior, y el hecho de que tanto Trump-Presidente, como Biden-sucesor, rompieron con la ortodoxia de la política de aranceles bajos que prevaleció en EEUU. durante casi un siglo, es relevante notar que, aunque Kamala Harris no está promoviendo una ampliación de los aranceles más allá de China, la frontera ya ha sido desplazada. El exPresidente republicano instauró el retroceso aislacionista que el actual mandatario ha profundizado. Por lo tanto, parece prudente considerar el recrudecimiento de este derrotero como una amenaza real.

Tan real que el Economist Intelligence Unit ha creado el Índice de Riesgo Trump (IRT) para medir la exposición individual por país a una nueva presidencia del republicano. La puntuación de riesgo se basa en una evaluación de vulnerabilidad en tres áreas: comercio, inmigración y seguridad. En contra de lo que pudiera esperarse en virtud de la reciprocidad diplomática y las relaciones bilaterales, el IRT muestra que los aliados y socios estratégicos de EEUU son los más expuestos al daño producido por las nuevas políticas propuestas por Trump. Seis de los 10 países más afectados son latinoamericanos.

Chile no es la excepción. Después de China, EEUU es el mayor destino de nuestras exportaciones, representando más del 15% del total. La potencia norteamericana es el principal mercado de destino del salmón chileno, de los alimentos procesados, vino, productos forestales, productos químicos y de la industria de servicios. Un arancel del 10% reduciría nuestra ya amenazada competitividad, hoy golpeada por la crisis de seguridad que vive el país y la región. Dado que las exportaciones constituyen un 31% de nuestro PIB, es fácil prever las dimensiones del problema.

Esto obligaría a los productores nacionales a buscar nuevos mercados para diversificar sus exportaciones y mitigar la pérdida de competitividad en EEUU. Sin embargo, esta diversificación no es sencilla y estará limitada por factores como la actual estructura de las exportaciones, la capacidad de otros mercados para absorber el aumento de la oferta nacional, y posibles reducciones en los precios de los bienes comercializados. Además, aunque estos mercados alternativos estén abiertos arancelariamente, presentarán una serie de obstáculos adicionales, como regulaciones sanitarias, barreras aduaneras y problemas logísticos.

Por último, las implicancias diplomáticas son difíciles de medir. Con un Tratado de Libre Comercio vigente, la imposición de nuevos aranceles constituiría una violación del acuerdo. Chile podría recurrir a los mecanismos de solución de disputas previstos en el TLC e, incluso, llevar el caso ante la Organización Mundial del Comercio. No obstante, estas acciones diplomáticas no garantizarían una reversión de los aranceles a corto plazo, generando una nebulosa ambigüedad sobre las relaciones bilaterales.

En definitiva, las elecciones americanas nos enfrentan a un escenario agravado de incertidumbre comercial. La propuesta de Trump, única en más de un siglo, revive una visión del siglo XIX para la política comercial, que no solo desafía a China sino también a todos los socios comerciales de EEUU. Aunque la implementación del arancel del 10% no sea segura, su enfoque proteccionista buscará fortalecer la industria interna a expensas de las cadenas de valor globales, acelerando la fragmentación de la economía mundial. La propuesta de Harris tampoco implica un desarme de este proceso, ya que mantendría las políticas de Biden, las cuales, paradójicamente, fueron inauguradas por su rival a la Casa Blanca. Por lo tanto, Chile debe prepararse de manera proactiva para un mundo donde los avances del comercio internacional se repliegan. Tanto el Gobierno como el sector privado deberán diseñar y desplegar estrategias creativas y sofisticadas que permitan proteger adecuadamente sus intereses. El país tiene la capacidad de apalancar recursos y un relato ad-hoc, pero aún falta retomar con decisión esta bandera para volver a ser un mercado atractivo y resiliente.