Gastón Lewin
La innovación en Chile es –a lo sumo– incipiente. Así lo muestra la VIII Encuesta de Innovación en Chile (2011-2012) y sus mediocres resultados respecto de los niveles de innovación en nuestro país. En efecto, la tasa de innovación –el porcentaje de empresas que declara haber innovado en productos, procesos, gestión o marketing– es de 26,9%, considerablemente menor a las tasas de países desarrollados. Chile está en el penúltimo lugar de una lista que incluye a los países miembros y adherentes a la OCDE. La tasa de innovación es un tercio de la de países líderes en el área, como Alemania, Canadá e Israel.
Pese a lo anterior, un reciente informe de Asimet –encargado a F&K Consultores- concluyó que la industria metalúrgica metalmecánica en Chile genera innovaciones de productos y de procesos muy novedosas, en comparación al promedio nacional e, incluso, en relación al sector manufacturero. La misma encuesta de innovación en Chile, citada más arriba, señala que las empresas de este sector generaron un 48,5% de nuevos productos y un 29,1% de nuevos procesos para el mercado, versus un 28,8% y un 19,9% que registró el resto de las firmas nacionales. Una posible explicación para lo anterior es la fuerte competencia internacional que enfrenta esta industria, la que la obliga a estar constantemente adoptando innovaciones desarrolladas en el extranjero. Sin embargo, el estudio califica como “preocupante” el bajo uso de los fondos de financiamiento público para la innovación.
Efectivamente, nuestro informe muestra que, del total de las empresas que existen en Chile, sólo un 12% usa los programas de financiamiento público a la innovación que promueve el gobierno. Ello, a pesar de que en la actualidad existen alrededor de 18 iniciativas relacionadas al apoyo en este tema, siendo la principal la ley conocida como I+D, incentivo tributario que permite descontar del pago de impuestos un 35% de la inversión en esta materia, y establecer como gasto necesario para generar la renta el 65% restante. El texto muestra, además, que existe un bajo nivel de conocimiento por parte de las empresas de la existencia de este tipo de programas. Sólo el 36 % de ellas reconoce estar al tanto de estos programas. En el caso del sector metalúrgico metalmecánico, éste tiene un nivel de conocimiento de los programas muy superior al del resto de las empresas (46%), pero, sin embargo, sólo un 8,7% de las firmas de esta industria que conocen los programas usa el financiamiento público para el desarrollo de la innovación.
En contraposición a ello, el informe revela que el 94% del gasto en I+D realizado por el sector manufacturero está financiado con fondos propios, lo que contrasta con los datos de otros sectores como la pesca –donde el financiamiento propio llega al 57%- y el promedio nacional, donde un 53% es financiado por la propia empresa, un 39% por el Estado y el 8% restante por fondos internacionales o instituciones sin fines de lucro. El estudio de Asimet asegura que la industria manufacturera se caracteriza en el mundo por ser uno de los sectores con mayor gasto en Investigación y Desarrollo (I + D.). En ese sentido, afirma que Chile no es la excepción, señalando que, en 2012, un 28% del total de la inversión en I+D se llevó a cabo en el sector manufacturero, a pesar de que esta industria representa cerca de un 10 % del PIB.
El informe concluye que, si se considera el tamaño del sector, la industria es la segunda actividad-después de la agricultura- que más gasto tiene en I+D en relación a su PIB, a pesar de no contar con políticas de fomento a la innovación específicas, como sí tienen la agricultura y otros sectores.
Los índices de inversión en innovación, y su comparación internacional, muestran que aún existe un gran potencial de crecimiento en el área. Este desarrollo es clave para lograr los aumentos de productividad que la industria manufacturera –y el país- requiere para competir internacionalmente. Queda pendiente un mayor esfuerzo por fomentar la innovación y la I+D, que permita a sectores innovadores, como la manufactura, entregar insumos de mayor calidad al resto de la economía.