Indexación y persistencia inflacionaria
ENRIQUE MARSHALL Director Magíster en Banca y Mercados Financieros PUCV, exvicepresidente del Banco Central
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ENRIQUE MARSHALL
La indexación es una práctica económica que consiste en atar precios, tarifas, remuneraciones u otros pagos a un índice de precios representativo, para preservar el valor real o el poder adquisitivo asociado a cada uno de esos elementos.
Su implementación práctica puede adoptar varias formas. Una es la aplicación de reajustes periódicos. Ello permite restablecer los valores reales, si bien no evita el deterioro en el período intermedio. Por eso, cuando la inflación se acelera, la presión es por aumentar la frecuencia de los reajustes.
“En Chile, los beneficios de la indexación han sido claros. Pero con inflación alta, crecimiento bajo, productividad estancada y dólar por las nubes, nos puede jugar una mala pasada”.
Otra opción es la UF, que siguiendo al IPC, contempla valores diarios, lo que facilita su aplicación práctica. Se podría decir que la UF es la indexación llevada a su máxima perfección. En Chile, sus beneficios han sido evidentes. Pensemos solamente en los créditos para la vivienda y el financiamiento de obras de infraestructura.
Llama la atención, sin embargo, que la indexación haya encontrado cierta resistencia en otras latitudes. Muchas economías emergentes han optado por un camino distinto, que es dolarizar sus finanzas.
Esa falta de entusiasmo por la reajustabilidad automática se explica no porque se desconozcan sus bondades, sino por los inconvenientes y costos que ésta trae consigo. Uno de sus problemas es que, en un escenario de indexación enraizada y extendida, la inflación adquiere una fuerza especial, se retroalimenta y tiende a perpetuarse. El corolario es que se torna más difícil controlarla y hacerla converger.
Así, por ejemplo, si la economía se ve enfrentada a un choque de oferta, que eleva significativamente los precios del petróleo, los alimentos u otras materias primas importadas, como el ocurrido en el último tiempo, la indexación limita el ajuste a través de cambios en precios relativos y obliga a hacerlo a través de una reducción en los de la actividad y empleo, lo que conlleva costos más altos.
Revisando la historia económica del país, hay dos antecedentes iluminadores en torno de este tema. Cuando se introdujo la reajustabilidad en las cuentas de ahorro a plazo (Ley 16.407 de 1965), se procedió con prudencia y se estableció que el reajuste anual sobre los saldos iría entre el 75% y el 100% de la inflación pasada. Al dejar abierta la posibilidad de reajustes inferiores al 100%, la ley se hizo cargo de los problemas que acarrea la indexación.
Otro antecedente de interés es lo ocurrido en los años noventa, cuando la indexación operaba con bastante intensidad. No obstante, el Banco Central logró reducir la inflación gradualmente hasta niveles internacionales. Ello se vio favorecido porque la economía y su productividad avanzaron significativamente, lo que permitió acomodar la revaluación del peso.
Desgraciadamente, con inflación alta, crecimiento bajo, productividad estancada y dólar por las nubes, esta vez la indexación nos puede jugar una mala pasada.