El error de poner a todas las pymes en el mismo saco
Gina Ocqueteau emprendedora
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Gina Ocqueteau
A 17 meses del estallido social y a un año del comienzo de la pandemia, las pequeñas y medianas empresas del país siguen necesitando nuestro apoyo. Pero ¿cómo? -pensarán algunos-, ¿con todos los subsidios y créditos que se han entregado?, ¿y la inminente recuperación económica que se viene una vez que alcancemos la inmunidad de rebaño?- se cuestionarán otros.
En lo personal creo que una de las piedras de tope es que la ayuda que se ha entregado hasta ahora obedece a una cultura latinoamericana (también presente en Chile) paternalista, más que a una estrategia global que busque levantar al ecosistema emprendedor en su conjunto. Existe entre los países de la región una marcada inclinación al asistencialismo como única alternativa para atender las demandas de los más necesitados, pero un bono o subsidio operan como una solución miope, banal y limitada si no resuelve a su vez, el estado de vulnerabilidad, ni tampoco permite avanzar a siguientes etapas. Se acaba la “ayuda” y las personas permanecen donde están, con las mismas carencias.
En el mundo del emprendimiento también hemos visto este fenómeno, por un lado con la “romantización” de micro emprendimientos, como la mujer que madruga a diario para preparar frascos de mermelada y venderlos en el barrio; el vecino que fabrica muebles o la persona que vende dulces en la calle. Y eso es un error, porque alabar su esfuerzo, darles un poco de dinero para que compren una cocina más grande o mayor cantidad de productos no beneficia la escalabilidad del negocio, no entrega nuevas herramientas ni crea puentes que consideren a otros actores del ecosistema. Más que generar un círculo virtuoso, lo que consigue es un círculo vicioso, nos seguimos dando vueltas dentro de la carencia, que lleva ese tipo de emprendimiento.
En Chile existen más de 900 mil empresas, de las cuales 220 mil son pymes y unas 680 mil, microempresas. Según la Radiografía del Emprendedor elaborada por la ASECH en 2019, las principales fuentes de financiamiento del emprendedor son los recursos propios (85%), seguido de fondos públicos (8,5%) y créditos bancarios (6,5%). Si analizamos cada una de ellas en detalle nos daríamos cuenta muy pronto de que no todas están en un mismo nivel: algunas se dedican al comercio informal sin canales de venta, distribución o marketing. Otras están un poco más avanzadas y sus problemas son otros: hoy se encuentran en mora, con la cartera vencida o ad portas de entrar en default, con la incertidumbre de disponer de líneas de financiamiento vigentes tanto en la industria bancaria como en entidades estatales.
La clave está entonces en implementar acciones que apunten a las necesidades específicas de acuerdo al nivel en que se encuentra el emprendedor o emprendedora. Se hace más urgente que nunca contar con una visión macro que no ponga a todas las pymes en un mismo saco, que no utilice una misma solución para todos y que implemente en cambio medidas sectorizadas, además de un programa de recursos y asesoría. Sólo así podremos pasar a un verdadero círculo virtuoso, a un aporte integral al mundo del emprendimiento.
Si queremos surgir como sociedad, promover el desarrollo de nuevas empresas y generar un cambio real en la economía del país, tengamos en mente dos palabras claves: crecer y avanzar. Porque al final del día no queremos que la señora de las mermeladas venda a más personas de su mismo barrio, sino que además de eso pueda profesionalizar su negocio, contratar personal, desarrollar una estrategia comercial y terminar exportando esas mismas mermeladas a mercados internacionales. Así ganamos todos.