Extrañas y vergonzosas causas de la enfermedad del ocio
Pilita Clark
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Pilita Clark
Hacer las maletas. Ir a la playa. Enfermarse. Desde que tengo memoria, éste ha sido el patrón de muchas de mis vacaciones de verano.
Ni siquiera hace falta que sea verano. Un viernes por la tarde a finales del año pasado, justo en el momento en que estaba terminando el último párrafo de un artículo que había escrito frenéticamente en el avión de regreso a casa, después de un ajetreado viaje de trabajo al extranjero, comencé a sollozar. A las 22:00 horas, el dolor de garganta, la temperatura y la tos habían acabado con toda esperanza de disfrutar de un feliz fin de semana libre. Estuve en cama hasta el lunes.
Hace poco, cuando se acercaban las vacaciones de verano, les dije a un par de compañeros de trabajo que iba a tratar de investigar si había alguna base científica para esta enfermedad de las vacaciones. “¡Hazlo!”, dijeron, agregando que les pasaba todo el tiempo.
Si cuando dejas de trabajar te enfermas, al igual que yo, debes repensar tu forma de afrontar la vida.
Se corrió la voz. Menos de una hora después, un colega que trabaja en otro lado del edificio se me acercó en la cocina de la oficina y me dijo que estaba encantado de saber que yo estaba investigando una afección que él mismo padecía habitualmente.
Teniendo en cuenta todo esto, imagínate mi sorpresa cuando localicé al amable psicólogo investigador holandés al que se le atribuye haber acuñado el término “enfermedad del ocio”, hace más de 20 años, y descubrí que la afección podría, por así decirlo, no existir.
“Algunas personas no están de acuerdo en que sea un trastorno real”, me dijo el profesor Ad Vingerhoets en lo que resultó ser la primera de dos revelaciones sorprendentes.
Antes de pasar a la segunda revelación, vale la pena decir que la investigación de Vingerhoets sugiere que las enfermedades relacionadas con el ocio son una condición real que debe tomarse en serio, pero que también es confusa porque los síntomas varían considerablemente.
Cuando él y sus colegas encuestaron a más de 1.800 personas sobre el problema, descubrieron que alrededor del 3% había experimentado esta condición. Algunas personas se enfermaron justo antes del fin de semana; otras al comienzo de las vacaciones. Los síntomas comunes incluyeron dolores de cabeza, fatiga, dolores musculares y náuseas. Los resfriados y los virus parecidos a la gripe aquejan a menudo a la gente durante las vacaciones. Un estudio más reciente realizado por académicos en Austria descubrió problemas del oído.
Vingerhoets comenzó a estudiar el fenómeno después de darse cuenta de que cuando él mismo enfermaba, ocurría a menudo durante las vacaciones de Navidad y Año Nuevo. En otras ocasiones, las dolencias empezaban el viernes por la tarde y desaparecían el lunes.
Se dio cuenta de que el problema era más amplio cuando se encontró con un pariente en una reunión familiar que a menudo se sentía enfermo al comienzo de las vacaciones de verano.
La investigación sugiere una variedad de causas. En algunos casos, el cuerpo puede tener una mayor resistencia a las enfermedades cuando está bajo estrés agudo, por lo que tal vez nos enfermemos una vez que el estrés laboral disminuye. Quizás, una vez que empezamos a relajarnos notemos dolores y molestias que tuvieron menos impacto cuando estábamos trabajando. O, tal vez, el estrés del trabajo eleva los niveles de adrenalina que alteran el sistema inmunológico o provocan síntomas de enfermedad del ocio.
Vingerhoets recomienda hacer ejercicio los viernes por la tarde, o justo antes de irse de vacaciones, ya que podría reducir los niveles de adrenalina.
Pero me dijo que los datos sugerían otra causa importante que todos los pacientes deberían considerar y fue ahí donde nuestra conversación tomó un giro sorprendentemente inesperado.
“Hay buenas razones para pensar que las personas que corren un riesgo especial son los adictos al trabajo”, me explicó. Esto incluye a los perfeccionistas que están casados con su trabajo, añadió, y a las personas que sufren la trampa de la necesidad inventada (musturbate, en inglés).
“¿Qué?” le pregunté. “Musturbate”, repitió, explicando que era un término de la psicología que se refería a las personas que sienten que deben ser los mejores en el trabajo, o los más amados, o ser excelentes en general.
Estaba seguro de que estaba bromeando sobre esto, pero resulta que no. La idea de la “musturbation” se atribuye a un psicoterapeuta estadounidense fallecido llamado Albert Ellis. Se define en el Diccionario de Psicología en línea de la Asociación Estadounidense de Psicología como: “La creencia que tienen algunas personas de que absolutamente deben cumplir objetivos a menudo perfeccionistas para lograr el éxito, la aprobación o la comodidad”.
Vingerhoets cree que ser consciente de estas tendencias inútiles es un primer paso crucial para superar la enfermedad del ocio.
No estoy del todo segura de que esto sea información que pueda utilizar, pero tampoco la descartaré. De cualquier manera, lo pensaré profundamente mientras me preparo para ir a la playa este año, después de una sesión muy larga en el gimnasio.