Encuesta Nacional del Uso del Tiempo: un llamado de atención
ANA MARÍA MONTOYA Economista, Red Procompetencia, Académica Escuela de Gobierno UAI
Hace unas semanas el INE lpublicó la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT), que no se actualizaba desde el 2015 y que constituye un aporte para entender brechas de género y otros factores sociales que estamos evidenciando. En ella se aprecia que, en carga global de trabajo -que considera trabajo remunerado y no remunerado- existen diferencias significativas: entre los hombres el 70,6% es trabajo remunerado versus el 56% de las mujeres, mientras en mujeres un 44% es no remunerado y 29% para los hombres.
Además, las mujeres que realizan trabajo no remunerado destinan, en promedio, 2 horas diarias más que los hombres, lo que equivale a más de un 70% de las horas dedicadas por los hombres. En la medida que aumentan los ingresos del hogar, la brecha de género en la distribución de la carga global de trabajo se va reduciendo.
“En el desarrollo profesional (…) es evidente que las barreras sociales imponen un costo que hace que la entrada sea más difícil por estereotipos de género”.
Estos resultados no sorprenden y ayudan a explicar las brechas de género tanto a nivel salarial, como en participación en el mercado laboral y monto de pensiones, debido a que las restricciones de tiempo son activas y, sin dudas, las mujeres asumen roles de trabajo doméstico y de cuidado con mayor preponderancia. En edades con hijos entre 0 a 12 años es donde esta realidad se hace más evidente. Y es consistente con el Child Penalty (en torno al 30% de la reducción de la participación laboral desde que nace el primer hijo, Kleven et. al. 2024) que se genera en el mercado laboral y que es transversal en carreras profesionales y se acentúa más en carreras masculinizadas, como ingenierías.
La pregunta es por qué en estas carreras hay menos mujeres. En el desarrollo profesional -con toda la inversión que esto significa- es evidente que las barreras sociales imponen un costo que hace que la entrada sea más difícil por estereotipos de género. A esto se suma que, justo en la etapa de mayor desarrollo profesional, es donde se realiza la mayor inversión en tiempo para tener cargos más desafiantes.
Esto es preocupante puesto que el trabajo de cuidado no remunerado y doméstico no remunerado recae mayormente en la mujer con niños menores de 12 años. Si llama la atención una menor tasa de natalidad en Chile, con consecuencias demográficas y de productividad futura evidentes, estamos en un momento clave para reflexionar sobre los desafíos que se observan en las generaciones jóvenes que -en parte- optan por no tener hijos por los altos costos que esto genera.
El cuidado de los adultos mayores también recae en las mujeres, lo cual da para indagar en esta situación, considerando que la pirámide poblacional en Chile se está invirtiendo. Aquí las políticas de cuidado deberían tener una visión no solo a nivel de cuidado de los hijos pequeños sino también de adultos mayores.
La competencia no es pareja entre hombres y mujeres no por aptitudes, sino que por reparto disparejo de costos producto de barreras sociales respecto de cómo se distribuyen los costos de cuidados y domésticos, que debiesen ser compartidos. Generar políticas públicas que realmente generen corresponsabilidad y se equiparen los costos e incentivos en el mercado laboral son cada vez más urgentes.