El gran replanteamiento de los negocios verdes, finalmente, está sucediendo
Pilita Clark
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Pilita Clark
La sostenibilidad corporativa tal como la conocemos, ¿se acabo, finalmente? ¿Fallan tanto las tradicionales estrategias de los negocios verdes que hacen más daño que bien? Tal vez no del todo. Pero el creciente número de líderes de empresas sostenibles que piden un replanteamiento de estas medidas sugiere que se acerca un punto de inflexión.
Para aquellos de nosotros que nunca hemos pensado que las empresas y los mercados que las configuran serían suficientes para solucionar la amenaza creciente del cambio climático, esta realización ya era necesaria. Pero no es algo trivial. Puede que no haya tiempo suficiente para poner patas arriba el capitalismo, pero hay mucho tiempo para que las empresas presionen para que se reformen los mercados de formas que impulsen una acción climática más rápida.
Por fin, se está produciendo un impulso -muy esperado- para remodelar los mercados y no solo las compañías individuales.
Por eso ha sido un alivio ver un creciente reconocimiento de que el statu quo no está funcionando. O como Lindsay Hooper y Paul Gilding, del venerable Instituto de Liderazgo en Sostenibilidad de Cambridge, lo expresaron en un artículo este mes: “Es hora de que cuestionemos las ideas fundadoras y los enfoques dominantes en el movimiento de la sostenibilidad corporativa”. A pesar de años de promesas corporativas ecológicas y de inversiones en tecnologías limpias en aumento, “la crisis de la sostenibilidad se está profundizando”, señalaron.
Peor aún, las empresas y sus asesores de sostenibilidad pueden estar agravando el problema al dar una falsa impresión de su progreso que está retrasando “los cambios radicales necesarios en los mercados y las políticas que los enmarcan”. Los dos dicen que las empresas deberían ir más allá de establecer objetivos para reducir sus propias huellas de carbono y comenzar a presionar para que se establezcan reglas amplias y a largo plazo que reformen mercados enteros. Para empezar, este enfoque debería reducir los riesgos competitivos que a menudo enfrentan los pioneros de las empresas ecológicas.
Otra gran ventaja de adoptar este enfoque ha quedado al descubierto este año con la serie de cambios de rumbo ecológicos por parte de las empresas, desde el debilitamiento de los objetivos climáticos por parte de Shell hasta el retraso de la fecha límite de Volvo para vender solo coches totalmente eléctricos.
Este retroceso destaca el hecho de que las medidas de sostenibilidad siguen considerándose a menudo como acciones discrecionales, adoptadas por líderes comprometidos personalmente, las que se deshacen fácilmente en tiempos difíciles.
Como escribió el mes pasado otro veterano de la sostenibilidad, John Elkington: “Debemos volvernos menos dependientes de la buena voluntad y de la buena ciudadanía de los líderes empresariales individuales, que pueden ser cimientos frágiles para un compromiso sostenido”.
Elkington sabe de lo que habla. Fue él quien acuñó ideas de sostenibilidad corporativa como los informes de “triple resultado final” para medir el rendimiento social y medioambiental, así como el financiero. Pero como escribió el mes pasado, la sostenibilidad ya no puede limitarse a la transformación de las empresas. “Cada vez más, también debe tratarse de la transformación de los mercados”.
Jonathon Porritt, un activista de la sostenibilidad que ha pasado años asesorando a grandes empresas, incluyendo Unilever, ha defendido con más contundencia los peligros de depender de los líderes con mentalidad ecológica. El gigante de los bienes de consumo ha consternado a los activistas verdes al dar marcha atrás en las metas sobre medidas como el uso y el reciclaje de plástico tras el nombramiento el año pasado de un nuevo director ejecutivo, Hein Schumacher. Su enfoque muestra una marcada ruptura con el de exjefes de Unilever, como Paul Polman, que dijo memorablemente a los inversionistas que no aprobaban sus iniciativas de sostenibilidad: “No pongan su dinero en nuestra empresa”.
En la Semana del Clima de Nueva York de la semana pasada se habló de la necesidad de una mayor regulación. Jes Munk Hansen, director ejecutivo del fabricante danés de materiales aislantes Rockwool, dijo en un evento que los reguladores podrían reducir las considerables emisiones de carbono de los edificios estableciendo normas más estrictas. Como me dijo más tarde, “ayudaría mucho a la transición ecológica si los reguladores de la construcción utilizaran más herramientas, como normas más estrictas de eficiencia energética”.
Tiene razón. Los reguladores y los gobiernos podrían hacer más y algunas empresas los están presionando para que lo hagan. Pero estas empresas siguen siendo una minoría. Muchas más deben sumarse a ellas si la sostenibilidad corporativa va a crear un mundo más sostenible.