El alto precio de la caricatura (hembrista)
Fernanda García Faro UDD
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Fernanda García
¿Qué opina usted sobre los “debates feministas”? ¿Está hastiado de escuchar sobre “género” y “brechas”? ¿Es de aquellos convencidos que las mujeres no necesitan del “bastón feminista” para brillar con méritos propios? ¿Advierte igual que muchos las crueles contradicciones del feminismo hegemónico de la izquierda radical? Si es así, esta columna es para usted.
Por una parte, sirvan estas líneas para confirmar su intuición: la resistencia al “feminismo” entendido como “hembrismo” va en aumento. Pero, por otra, le hago aquí un grave llamado de atención. Parte relevante de los liderazgos políticos y de opinión no parecen entender sobre cómo sus prácticas pasadas contribuyeron al 18-O. Estaremos de acuerdo en que algunas izquierdas conservan su negativa a aceptar que las poderosas fuerzas del mercado funcionan más allá de la voluntad de los “empresarios” que buscan demonizar.
“La capacidad de mutación del discurso anti-mercado siempre encontrará formas de hacer propios los desafíos sociales desdeñados por quienes creen en la libertad”.
Sin embargo, usted necesita también entender que quienes creemos en la sociedad libre y el mercado continuamos eludiendo, a un alto costo, los desafíos que las mujeres, la parentalidad y la familia experimentan en Chile. Algunos se niegan a abordarlo porque señalan que no harán suya la “agenda progresista”; otros, argumentan que hay otras prioridades sociales; aun otros sostienen que el crecimiento es factor indispensable para el bienestar de mujeres y familias (lo que comparto).
Cualquiera sea su postura, usted debe entender que su desdén por los desafíos que enfrentan mujeres y familias nos perjudica a todos, y no al progresismo radical. Desde luego, perjudica a las familias chilenas, a las que priva de su conocimiento y experiencia en la formulación de narrativas y políticas públicas desde las convicciones de la libertad, el orden, y la chilenidad. Perjudica usted también la legitimidad ética del mercado, cuando su desinterés se caricaturiza por el adversario político (¿o simplemente se describe?) como mezquindad o individualismo. Finalmente, no logra usted su objetivo de contrarrestar la instrumentalización política del tema mujer. ¿Y sabe por qué?
Por una parte, sus parlamentarios, aun los que hoy se muestran más puros e incorruptibles, necesitarán del voto ciudadano. Por la otra, la capacidad de mutación del discurso anti-mercado siempre encontrará formas de hacer propios los desafíos sociales desdeñados por quienes creen en la libertad. Si el aborto no marca en las encuestas, entonces se tramitan proyectos que aplastan a la empresa a través de comités paritarios de remuneraciones o de la extensión del permiso postnatal. Se ha señalado correctamente, que estas iniciativas perjudican especialmente a las mujeres, pero explicarlo ahora, con proyectos en trámite, parece oportunista y poco creíble frente a la ciudadanía. El momento era antes, poniendo sobre la mesa sin miedo la importancia de la flexibilidad laboral para la parentalidad (vetada por las izquierdas como “precarización”). Lo mismo puede decirse sobre la escandalosa brecha sexual en pensiones, bandera de lucha que quienes dicen creer en la igualdad ante la ley debieron hacer propia hace años, por vías distintas a la del reparto.
La clave es proponer entonces, de manera oportuna y proactiva, desde nuestras convicciones, para las mujeres y para las familias, y no sentarse a caricaturizar con un discurso burlesco, soberbio, y penosamente, ineficaz.