DF Tax | Gobierno en práctica
Agustín Romero, diputado integrante de la comisión de Hacienda.
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Agustín Romero
Poco puede decirse de la agenda económica del gobierno. Luego de instalar un aura de responsabilidad fiscal -con Mario Marcel a la cabeza-, retrocedieron en ese afán presentando un proyecto de retiro de 10% el que, aunque con limitación, no dejaba de ser lo que era.
En los hechos, ha quedado en evidencia que tenemos una administración que no ha podido instalarse definitivamente y que, durante sus primeros días, no ha gestionado nada de lo que prometió en su programa de Gobierno. Como si lo anterior fuera poco, comete constantes errores propios de jóvenes sin experiencia: al no ponderar la esperanza y la épica, con la siempre necesaria dosis de realidad y evidencia.
“No resulta creíble financiar este “nuevo país” con una reforma tributaria, la que pretende recaudar un 8% del PIB. Cuando en el Gobierno de Michelle Bachelet la reforma tributaria tramitada en 2014 proyectaba un incremento de ingresos en 3 puntos del PIB, alcanzaron sólo 1,7 puntos”.
Un ejemplo de ello es la exposición de octubre del año pasado en la que el asesor económico del comando y hoy ministro, Nicolás Grau, aseguró que el crecimiento en el corto plazo no sería una prioridad del eventual Gobierno. En ese sentido en palabras de Ignacio Walker: “Apruebo Dignidad apuesta a la equidad más que el crecimiento.” Lo real, es que no existe equidad sin crecimiento: todo gasto público debe tener un soporte en términos de ahorro, inversión y crecimiento.
Tampoco resulta creíble financiar este “nuevo país” con una reforma tributaria, la que pretende recaudar un 8% del PIB. La historia no se repite, pero rima. Cuando en el Gobierno de Michelle Bachelet el informe financiero del proyecto de reforma tributaria tramitado en 2014, proyectaba un incremento de ingresos en 3 puntos del Producto, alcanzaron sólo 1,7 puntos, según los cálculos de la Dirección de Presupuestos.
Por otro lado, la Convención Constitucional de actuar errático, y con un odio declarado al “mercado”, está comandada por constituyentes que se han autoimpuesto terminar con la actividad privada e instalar un Estado todopoderoso.
El Presidente Boric y la Convención equivocan su rumbo si pretenden hacer cumplir su larga lista de deseos, sin fortalecer al sector empresarial e incentivar la inversión. No se trata -contrario a lo que se cree- de ser aliados de los super ricos, cuando el 94% de las empresas en Chile son microempresas o empresas pequeñas, según datos otorgados por Jeannette von Wolfersdorff, en columna en la Tercera el 30 de enero de este año.
Para ese 94% lo fundamental es la confianza que fomente la iniciativa privada: sin iniciativa privada, no hay inversión, no hay Pymes, no hay empleo, y sin empleo, no hay crecimiento.
Es un deber para quienes creemos en una sociedad libre, fomentar que sigan existiendo y creándose emprendimientos, trabajar por un Estado que promueva la creación de empresas y respete el derecho de propiedad. No es cuidar el rancho de los ricos, es trabajar para propiciar la igualdad de oportunidades, poner a la persona en el centro, y no como un instrumento al servicio del Estado.
El camino al éxito para nuestro país, que todos anhelamos independiente del Presidente de turno, está lejos del error cometido por el gobierno y la Convención, de ver al mundo empresarial como los defensores de las injusticias y del status quo. Lo anterior, es ignorar que la respuesta a muchas necesidades del hombre ha nacido de la búsqueda permanente de nuevas oportunidades y de los sueños de surgir de miles de chilenos que representan la pequeña y mediana empresa. Sin ellos, no hay futuro.