DF Tax | Descentralización fiscal de Chile: una necesidad
Víctor Pino, diputado de Avancemos Chile.
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Víctor Pino
Hoy en día, Chile es uno de los países más centralizados de la OCDE y entre los mercados emergentes. La autonomía de las regiones se reduce casi solamente a la gestión de los recursos entregados por el gobierno central, menguando fuertemente el desarrollo de cada territorio y condicionándolo a decisiones de burócratas totalmente ajenos a la realidad de cada región.
Cuando hablamos de autonomía fiscal regional, hablamos de darle la posibilidad a cada territorio de desarrollarse íntegramente según las prioridades de sus propios ciudadanos, destinando sus recursos a mejoras viales, seguridad, emprendimiento, desertificación y un largo etcétera. Es más, la autonomía fiscal le permite a cada región potenciar las áreas económicas en las que se desea especializar, a través del establecimiento de niveles de impuestos diferenciados, si es que así lo desean.
“El desarrollo integral de Chile no debiera estar enfocado en destinar mayores recursos a las regiones desde una visión centralista, sino que permitir a los diferentes territorios desarrollarse a tal punto de que puedan gestionar sus propios recursos y resolver de forma efectiva sus problemas”.
Los casos donde se aplica esta forma de fiscalidad a nivel mundial son bastantes, por ejemplo, Suiza, donde cada cantón tiene su propia ley tributaria que grava las rentas, el patrimonio, etc. Como el cantón de Lucerna, que tiene una tasa de impuesto a las sociedades cercana al 12%, lo que le permite atraer inversión e invertir en una mayor calidad de vida para sus habitantes, destinando recursos en el tiempo indicado y en lo que realmente es prioritario para ellos, sin estar dando explicaciones o solicitando permisos demorosos a burócratas capitalinos.
El Banco Interamericano de Desarrollo presentó el 2018 un informe que permite la descentralización fiscal de Chile, a través de una estrategia integral y fiscalmente responsable, una propuesta coherente que permitiría ir poco a poco hacia una autonomía regional efectiva, evitando caer en lo que ya hemos denominado “el modo a la chilena”. Así, se podría trazar un camino hacia un desarrollo integral del país y no uno concentrado, donde se meten los problemas regionales bajo la alfombra y solo vemos “desarrollo” en la Región Metropolitana.
Pero si bien, tenemos absolutamente todo para progresar en ese sentido, lo más dramático será cambiar el paradigma de quienes deben tomar la decisión. La inercia y la falsa sensación de estabilidad son nuestros peores enemigos, son quienes detienen un proceso que, a todas luces, es necesario y urgente, pero que a medida que pasa el tiempo, va decantando en problemas estructurales que difícilmente se puedan subsanar en el corto plazo.
El desarrollo integral del Chile no debiera estar enfocado en destinar mayores recursos a las regiones desde una visión centralista, sino que debiese permitir a los diferentes territorios desarrollarse a tal punto de que estos puedan gestionar sus propios recursos y resolver de forma efectiva sus problemas, sin depender de la venia de un funcionario que nunca ha salido de su oficina para entender la realidad de un chileno que no vive en la capital.