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Columnistas

DF Tax | Abuelita, yo también quiero vivir como en Suecia

Ignacio Gepp, socio de Puente Sur

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 26 de noviembre de 2020 a las 04:00 hrs.

Si a mi abuela Anita, una mujer que con 32 años quedó viuda con 3 niños, educación secundaria incompleta, y varios meses en cama producto de un fatal accidente, le hubiera planteado esta aspiración probablemente habría respondido: estudie y trabaje.

Suecia fue el destino elegido por uno de sus hijos para probar suerte, trabajar como fuera y montar una nueva vida. Los hijos de estos esforzados inmigrantes se adaptaron a su nueva cultura, estudiaron, trabajaron, hicieron suyo el concepto nórdico de vivir bien/cómodamente (Hygge) y pagan impuestos... muchos impuestos.

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La idea de los impuestos para la abuela no era rara, siendo toda su vida una demócrata-cristiana que creía en la necesidad de derechos sociales; ella habiendo tenido que trabajar de día y estudiar de noche, entendía que no existía una cosa tal como un "almuerzo gratis".

Entonces, ¿cuánto cuesta ser escandinavo para quienes lo viven? En un breve estudio publicado por Elke Asen de la Tax Foundation a comienzos de 2020, se mencionaba cómo en 2018 los ingresos tributarios como porcentaje del PIB eran de un 44,9% en Dinamarca, 39% en Noruega, 43,9% en Suecia y 24,3% en EE.UU. De haber sido incluido, Chile habría estado en un 21%. Llevado a Twitter esto equivale a decir que la carga tributaria criolla puede subir, ¿pero de dónde?

Asen concluye que para tener sistemas tributarios como los de países escandinavos, financiando e imitando su amplia cobertura de bienes y servicios públicos, era necesario ampliar la base tributaria en EE.UU. Al decir de un profe de la U: el tema no son las tasas sino las bases imponibles.

Si EE.UU. quería ser más "escandinavo", Asen ponía en evidencia que esto supone ampliar la recaudación de impuestos a nivel transversal (no sólo a los ricos, ya que no son tantos), cobrar más IVA (el promedio a nivel estatal es de un 6,6%) y más contribuciones de seguridad social.

El ejemplo más controversial e ilustrador de lo que ser escandinavo supone, es que en Dinamarca la tasa marginal máxima de impuesto a la renta de 55,9% se aplica sobre todo ingreso superior a 1,3 veces el ingreso promedio del país. Noruega por su parte, con una tasa máxima de 38,4% grava todo ingreso superior a 1,6 veces el promedio, mientras que en Suecia la tasa máxima de 57,1% aplicaba sobre todo ingreso superior a 1,5 veces el ingreso promedio.

En contraste, en EE.UU. la tasa máxima combinada (federal y estatal) de 43,7% aplica sobre ingresos 9,7 veces el promedio. Ilustrando el punto, si quisiéramos pensar en Chile, que según el INE tiene un ingreso laboral promedio mensual de $620.528, habría que ganar un poco más de 25 veces esa cifra para recién caer en la tasa máxima de 40%. Subtítulo: la mochila fiscal escandinava la llevan entre todos, desde quienes ganan un poco sobre el promedio hasta los dueños de Ikea.

En Chile hay consenso en que nuestra carga tributaria a nivel corporativo (27%) ya está a niveles OECD (23,5%) y sobre el promedio de los escandinavos (21,8%). Donde tenemos espacio para subir la carga es en impuestos a las personas, tanto en rentas del capital a través de la desintegración del sistema, como en rentas del trabajo a través de la reducción de tramos o un flat tax.

Mientras los expertos discuten a quién invitó Hacienda a diseñar nuestro sistema tributario, me pregunto: ¿Quién va a contar la firme cuando sea evidente que aún eliminando exenciones, rentas presuntas y que ni con el 2,5% de impuesto al "patrimonio bruto", la cuenta da para ser Suecia?

Quizás, al estilo de un prolífico ex-Presidente, alguien sugerirá aumentar nuestra deuda hoy para generar esos bienes y servicios públicos; total, que lo pague el contribuyente del futuro.

Como raya para la suma, ser como Suecia no es sólo una linda aspiración sino también un cambio cultural fiscal dramático, donde la generación que lo decida tendrá, como mi abuela, que "trabajar de día y estudiar de noche", esperando que el beneficio lo sientan sus hijos y nietos.

¿Quién llevará la mochila? No lo sé, pero las cuentas siempre llegan y hacer "perro muerto" no es opción.

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