DF Lab | Construyendo el futuro
Carlos Osorio cofundador de Yuken Impact Research Lab
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Carlos Osorio
La baja reciente de Chile en el ranking de innovación de WIPO debe ocuparnos, y mucho. Más allá del efecto en el orgullo de estar cayendo por casi una década en términos relativos, la evidencia muestra que el grado de innovación está inversamente relacionado con la posibilidad de sufrir una disrupción: a menor competitividad en innovación, mayor riesgo de disrupción.
Por ejemplo, mientras los deals de capital de riesgo aumentaron un 500% entre 2011 y 2018 en Estados Unidos, en el mismo período desaparecieron casi 3.200 empresas de 18 sectores industriales producto de disrupción. Un estudio reciente de Accenture a 10.000 empresas muestra que 71% de ellas están en zonas de alta probabilidad de disrupción, con valor empresarial expuesto y en riesgo de perderse equivalente a US$ 41 trillones.
Eso es a nivel de empresas, pero ¿qué efecto tiene la disrupción a nivel de países? Tenemos un ejemplo de libro: Fritz Haber y Carl Bosch inventaron un proceso para sintetizar salitre artificial, y BASF lo comenzó a producir en 1913. Además de que ellos recibieran el Nobel de Química ¿cuál fue el resultado? Las exportaciones de salitre chileno cayeron en un 90% y el resto es, literalmente, historia.
En un mundo donde se habla de carne producida en laboratorios e impresión 3D de alimentos, no es tan loco pensar que la baja sostenida de la capacidad de innovación de Chile signifique un aumento en nuestro riesgo país.
En California hay un caso que vale la pena destacar: Calera. La empresa se forma a raíz de los descubrimientos e invenciones de Ryan Gilliam, y un proceso que permite capturar el CO2 de las emisiones de chimeneas industriales y transformarlo en un cemento similar en propiedades al cemento Portland, pero carbon negative. Más allá de la búsqueda de Calera por el modelo de negocios adecuado, su caso es ejemplo de cómo un equipo puede poner en jaque una industria cuando está motivado en generar una manera económica y más sostenible de producir a gran escala un material de alta demanda, y alto costo económico o ambiental.
¿Qué sucedería en Chile si alguien creara un material de propiedades similares al cobre, más barato de producir y más sustentable?
En escenarios como el actual, esperar a que otro lo haga primero y “jugar a la segura” son pésimas defensas, y alegrarnos por ser los primeros de la región es un mal consuelo.