Los doblajes y el peligro de pasar la aplanadora sobre la Alianza
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Cristián Saieh
Muchas voces de la Nueva Mayoría han planteado, sin contemplaciones, que impondrán la mayoría que tendrán en el Congreso para llevar a cabo su programa de gobierno en temas tan sensibles como educación, tributación, salud y reformas constitucionales. Este es un grave error. Dicho camino llevará al fracaso de esas políticas públicas, no obstante ser aprobadas las leyes respectivas. ¿Por qué? Estos profundos cambios, por su envergadura para el modelo de país, necesitan amplios consensos.
De otra manera los sectores derrotados no se sentirán incentivados a hacerlas realidad ya que, como la teoría de la negociación indica, si queremos que los acuerdos se cumplan todas las partes deben sentirse parte de la construcción de los mismos. La imposición por poder solo garantiza más conflictos y de mayor envergadura. Como Weber señala, poder es la capacidad de hacer prevalecer la voluntad propia sobre la ajena, de manera de conseguir que los otros hagan incluso lo que está en contra de su voluntad.
Por eso afirmamos que el poder no depende de la voluntad del que no lo ostenta (la Alianza en este caso), porque anula los efectos de ésta. El peligro de dañar la relación de trabajo con esa coalición es generar ineficiencias en la consecución de los desafíos de nuestro país de cara al desarrollo; y este riesgo no radica en el poder de la Nueva Mayoría, sino en el inadecuado manejo del mismo. En otras palabras, tener la capacidad de imponerse sobre la voluntad del otro bloque político no obliga a hacerlo. Siempre será conveniente negociar.
Todo político de fuste, todo estadista, sabe que quien mejor maneja el poder es aquel que no parece necesitarlo, ya que las relaciones con sus contendores se dan en un ambiente de información certera, respeto y unidad de objetivos, esto es, de cooperación. Recordemos la exitosa política de los acuerdos impulsada por la derecha y la Concertación en los comienzos del regreso a la democracia. En efecto, en un organismo sano como el cuerpo humano (y como debiera ser nuestro Congreso), los órganos -corazón, hígado, riñones, pulmones, etc.- no se hacen notar. Sólo se percibe que existen cuando comienzan a funcionar mal, porque han enfermado. Vociferar la imposición de las ideas de un bloque sobre otro no demuestra poder, sino pulmones.
Siguiendo algunas ideas de los profesores Majluf y Lima, cuando en un sistema social como nuestro Parlamento se instala el estilo competitivo en las relaciones, se olvida el propósito común y todo se reduce a triunfar sobre el otro, lo que naturalmente no ayuda a garantizar buenos resultados. Así las cosas es posible afirmar que en estos tiempos de relevantes demandas sociales, una mirada que busca defender posiciones que responden a visiones unilaterales de la sociedad debe ceder en beneficio de una actitud abierta, dispuesta a revisar el propio pensamiento y cambiar.
Esta disposición al diálogo y la colaboración será sin duda más eficaz y puede significar la diferencia entre el éxito y el fracaso de las políticas públicas que apruebe el Congreso. La mesura, el diálogo y negociaciones constructivas que no terminen con la aplanadora sobre la Alianza es garantía de un país desarrollado y, por sobre todo, más justo.