La deuda de la centroderecha: rescatar sus ideales
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Cristián Saieh
Cristián Saieh
Hay consenso en que debemos avanzar en diversas áreas, pero las metas del gobierno van más allá.
Con gran fuerza se ha instalado en amplios sectores que todo el sistema económico en el que hemos sustentado el desarrollo o está agotado o no sirve: hay que cambiarlo radicalmente. Esta paradoja la experimentan muchas naciones con altas tasas de crecimiento. Una vez que la riqueza aumenta, a las fuerzas políticas les resulta muy fácil distribuirla populistamente escondiendo los problemas de los estados benefactores que, por ejemplo, hoy asolan a Europa: estancamiento en la productividad y competitividad con prestaciones sociales inviables.
Es mandatorio que Chile avance hacia la inclusión y la igualdad, pero los caminos a seguir para lograr esos objetivos son diversos; unos pueden ser certeros, otros pueden significar profundizar en estas lacras sociales. Y entre estas opciones, la que indica que el camino es el mayor crecimiento y libertad personal no tiene hoy buena tribuna. La otra alternativa considera un conjunto de reformas estructurales y radicales en materia tributaria, educacional, laboral, salud, en fin, todas aquellas que de una u otra forma afectan el orden público económico que ha dado estabilidad y crecimiento a Chile estos últimos 40 años.
La consigna de las nuevas autoridades es que la desigualdad, el lucro y el abuso deben ser eliminados, todos atribuidos a ese orden económico, a la centroderecha y al empresariado. Lo cierto es que estos reclamos tienen una explicación y bien fundada. En el frente internacional, los escándalos financieros del 2008 y, en el interno, abusos graves de empresas en desmedro de los consumidores y el cuestionable actuar de ciertos agentes del mercado financiero. Consecuencia de lo anterior es que el poder está desnivelado a favor de las fuerzas de centroizquierda ya que éstas pregonan terminar con los lamentos de la sociedad a través de medidas cuya aplicación y éxito es de difícil pronóstico, pero que resultan muy atractivas de escuchar para la ciudadanía. Entonces, ¿cómo nivelar la cancha para que el diálogo permita consensos? La centroderecha tiene una tarea pendiente ya que sus ideales -emprendimiento, competencia, productividad y libertad de enseñanza- no han sido apoyados por sus representantes con fuerza y a través de propuestas robustas y bien estructuradas. Más bien vemos un oposicionismo contumaz. Frente a esta debilidad se genera un cómodo escenario para el gobierno que neutraliza fácilmente a un sector que parece no conectar con las demandas sociales.
Ante este escenario, el ministro Arenas ni siquiera deberá recurrir a la retroexcavadora ya que todo el poder de la legitimidad que le atribuye la mayor parte de la ciudadanía, está de su lado. Lo que requiere el país es que la oposición cuente con una propuesta y visión robusta y convincente apoyada en sus ideales. Así, con proyectos valiosos, correctamente diseñados y que apunten a lo que hay consenso general que debe mejorarse, el camino a una solución negociada y viable será más fácil.