Competitividad tributaria y crecimiento económico
JUAN ALBERTO PIZARRO BAHAMONDES Presidente Comisión Tributaria, Colegio de Contadores de Chile
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JUAN ALBERTO PIZARRO BAHAMONDES
Chile, como respuesta a la pandemia de COVID-19, introdujo la depreciación instantánea de activos fijos desde 2020 hasta fines de 2022. Al mismo tiempo, el impuesto a las ganancias corporativas fue reducido temporalmente al 10% paras las PYME.
Con estas dos medidas, la clasificación de Chile en el ranking de competitividad tributaria global elaborado por Tax Foundation mejoró del puesto 32 al 27 en 2021, manteniendo su clasificación en 2022. A pesar de la mejora en dicho ranking con estas medidas transitorias, Chile sigue estando en el grupo de países OCDE con sistemas tributarios menos competitivos de cara a potenciales inversionistas, lo que implica grandes desafíos de volver a crecer por sobre el promedio del mundo, como antes de la reforma tributaria de 2014.
“Chile sigue estando entre los países OCDE con sistemas tributarios menos competitivos de cara a potenciales inversionistas, lo que implica grandes desafíos de volver a crecer por sobre el promedio del mundo, como antes de la reforma de 2014”.
La actual reforma fiscal, acogiendo propuestas de las PYME y el Colegio de Contadores, propone aumentar gradualmente la tasa de impuesto renta a esas empresas, siendo 15% en 2023; lo mismo ocurre con la depreciación instantánea, que ahora permitirá llevar el 50% de la inversión a gasto del período y el otro restante 50% incluso se podrá aplicar depreciación acelerada. Ambas medidas son positivas en término de competitividad fiscal, aunque nuevamente son transitorias y no se hacen cargo de los problemas estructurales de la inversión, como tampoco de los avances sustanciales necesarios en términos de competitividad fiscal para fortalecer el crecimiento en forma sostenible en el tiempo.
Por otra parte, el proyecto de reforma tributaria incorpora impuestos en extremo distorsionadores para la economía, con un efecto nocivo para el ahorro y la inversión, tales como el impuesto al patrimonio, el impuesto a las utilidades acumuladas de sociedades de inversión pasiva, lo que significa un retroceso en términos de competitividad fiscal.
Otro factor que no permite mirar con optimismo la posición futura del ranking de competitividad fiscal de Chile es el nulo avance en simplificación y eficiencia del sistema tributario. Se mantienen, por un lado, distintos regímenes tributarios, dependiendo de si el inversionista es nacional o extranjero, con o sin tratado, o si es PYME con régimen integrado o transparente. También se dota de mayores atribuciones a la autoridad fiscal, pero no se exigen estándares de eficiencia en sus procesos, cada vez más complejos de cara al contribuyente, dando como resultado que en Chile se destine el doble de tiempo a pagar y procesar impuestos que en países líderes como Nueva Zelanda.
Así las cosas, en el actual escenario económico, con alta inflación y tasas de interés, un dólar en su nivel histórico más alto y con malas perspectivas de crecimiento, conviene preguntarse si llegó el momento de volver a poner el foco en la competitividad tributaria necesaria para atraer inversión y fortalecer el crecimiento. Vale la pena recordar que destacados economistas coinciden en que el 80% de la recaudación fiscal de los últimos 30 años provino del crecimiento en PIB, y no de sucesivas reformas tributarias.