Chile en “pluripeligro”
Fernando Barros Tocornal Abogado, Consejero de SOFOFA
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Fernando Barros Tocornal
Después de la crisis de 2019 dudamos si primarían los violentos que buscaron reducir a Chile a cenizas o si lo harían los muchos que, en paz, pedían cambios a una sociedad que les brindara más oportunidades y mejor calidad de vida que a sus progenitores, pero los síntomas en ascuas respecto de diversos aspectos de su futuro.
El camino político llevó a elegir una Convención Constitucional que nos propondría una nueva “casa de todos los chilenos”, en la que, mejorando lo que no funcionaba bien y con la experiencia de siglos de vida como país, lograríamos una Constitución que nos uniría en torno a nuestra identidad patria.
Pero el octubrismo se impuso en la CC y día a día se modela una carta que reniega de los pilares del desarrollo que permitió a millones salir de la pobreza y, también, del derecho de todo chileno de ser parte de su patria, de no ser discriminado en consideración a su sexo, sus orígenes raciales o étnicos, y de que su voz y voto valen lo mismo que el de todos los demás compatriotas.
Una Constitución de consenso no significa concordar todas sus normas, ya que con algunas tendremos legítimas discrepancias que en democracia se pueden corregir. Sin embargo, se hace un daño irreversible al alma nacional al confundir el valor de la riqueza, la diversidad cultural y de orígenes de quienes conformamos lo que es hoy el pueblo chileno con una inexistente plurinacionalidad, y en base a ella pretender justificar una odiosa discriminación y la creación de castas privilegiadas entre los chilenos.
Un Chile dividido es promovido por grupos de la CC en la lógica de la revolución llamada bolivariana y otras visiones extremistas, lo que destruiría nuestra sociedad imponiendo la visión de que no somos más que pueblos irreconciliablemente en conflicto, como ocurriría con quienes serían étnicamente continuadores de los ocupantes del territorio anteriores al Estado.
Los países, y Chile no es la excepción, son el producto de la integración de grupos llegados al territorio “original” y otros que siguieron por vías pacíficas o violentas, con la colonización y las olas de inmigración de un mundo en constante desplazamiento. Estos procesos significaron un innegable enriquecimiento en los ámbitos de la agricultura, la ciencia, la escritura, la medicina y otras tantas manifestaciones del progreso que españoles y portugueses trajeron al territorio americano, en particular a culturas menos complejas, y que hoy nos permiten mostrar orgullosos un pueblo surgido del mestizaje que ha logrado construir una nación, progresivamente plural en su composición étnica, lingüística y cultural.
El racismo y toda discriminación, como la asignación arbitraria de autonomías y territorios o privilegios a minorías por consideración de su origen étnico, es contraria a los derechos humanos, tendrá un costo que pagará la mayoría de los chilenos al incrementar las desigualdades y el descontento social y, es previsible que promoverá la separación de ciertos grupos del Estado de Chile, lo que llevará a una lucha independentista y a cruentos conflictos.
La ideología de la lucha de clases no puede ser cambiada por la de la lucha de etnias. Chile es y debe ser una nación de culturas integradas y para todos, y no podemos darnos una Constitución que se base en la discriminación que destruye nuestro país para expiar culpas y pagar deudas inexistentes. Eso los chilenos lo rechazaremos, cualquiera sea nuestro origen social, cultural o étnico, precisamente porque queremos paz, prosperidad y bienestar para todos.